ANÁLISIS

125

El éxito o el fracaso se miden en función de las expectativas y las del PSOE tienen que ver con una cifra: 125. Son los escaños que obtuvo con Joaquín Almunia en 2000 y que ahora serán la medida de su resultado. No porque no aspire a más, sino porque todos los estudios sociológicos, incluidos los que manejan los socialistas, parten de una posición de desventaja que parece insalvable y que les lleva a esa resignación.

Esa impresión tiene que ver con la ola general de malestar hacia el Gobierno del PSOE y con la pulsión de cambio que, sin entusiasmos hacia su líder, empuja al PP. La expec...

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El éxito o el fracaso se miden en función de las expectativas y las del PSOE tienen que ver con una cifra: 125. Son los escaños que obtuvo con Joaquín Almunia en 2000 y que ahora serán la medida de su resultado. No porque no aspire a más, sino porque todos los estudios sociológicos, incluidos los que manejan los socialistas, parten de una posición de desventaja que parece insalvable y que les lleva a esa resignación.

Esa impresión tiene que ver con la ola general de malestar hacia el Gobierno del PSOE y con la pulsión de cambio que, sin entusiasmos hacia su líder, empuja al PP. La expectativa para medir el éxito, en el caso de los populares es la de la probable mayoría absoluta. Pesa, no obstante, el recuerdo de 1996 cuando la previsión de victoria aplastante quedó en mínima ventaja o el de 2004 cuando, 11-M aparte, el PP se sentía ganador y terminó perdiendo.

Además de esa ola que ya se materializó en las municipales y autonómicas, al PP le empuja la previsión en las dos comunidades claves: Andalucía y Cataluña. Son claves porque en ellas se juegan 108 de los 350 diputados. Por eso las dos elecciones generales en las que mejor resultado logró el PP, las de 1996 y 2000, son también las dos en las que menor ventaja ha tenido el PSOE en esas comunidades. En otras, como Castilla y León, hay menor número de escaños en juego y tiene circunscripciones como Zamora o Soria donde el reparto de diputados está prefijado en un 2-1 y no es preciso casi ni hacer campaña electoral.

En Madrid, que sí tiene peso también en número de escaños, la ventaja del PP es segura y, por eso, casi todo se juega en Andalucía y Cataluña. Ahora, incluso, las encuestas y la referencia de las municipales de mayo apuntan a que, por primera vez, el PP podría estar por encima en Andalucía, donde se juegan 61 escaños. Si en 2000 el PP tuvo una mayoría absoluta holgada quedando a 3,3 puntos por debajo del PSOE, es fácil imaginar que si se cumplen esos augurios la diferencia sería más amplia aún. La dirección del PP asegura que su presencia en los Ayuntamientos andaluces ha alejado el sentimiento de miedo a la llegada de la derecha. En el caso de Cataluña es imposible que el PP quede por encima del PSOE, pero los populares han modulado su discurso en busca del 22,7% de 2000, su mejor resultado. El mensaje anti- estatuto, con recogida de firmas incluida, no le funcionó en 2008 y ahora Alicia Sánchez-Camacho y el propio Rajoy evitan asuntos como el de la lengua para eludir el estigma de la catalanofobia y hasta pactan con CiU para salir del aislamiento. Rajoy ha ido centrando su discurso en estas dos comunidades, sabedor de que ha de cumplir la teoría de la manta: si te tapas los pies, te destapas la cabeza. Que agitar el sentimiento antinacionalista tiene contraindicaciones en Cataluña, pero beneficios en el resto, empezando por Andalucía y viceversa. Para eso ha hecho sucesivas piruetas como recurrir artículos del Estatut que aceptaba en Andalucía, no sacar pecho de la sentencia del Constitucional y acercarse a CiU aunque pacte con el PSOE, manteniendo a la vez el discurso público de que lo que vale para una comunidad vale para otra. Además, para eludir ese otro debate identitario o de conflicto entre territorios al PP le ha ayudado que la crisis y, sobre todo, el paro haya eclipsado todo.

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