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Ciudadanía y bienestar

Seguramente, la crisis global que está azotando al conjunto de las economías de todo el mundo es un indicador de otra crisis más profunda, que no es de tipo financiero-económico, sino de carácter civilizatorio. Es muy probable que estemos asistiendo al proceso de tránsito de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento que alumbrará este siglo XXI. Cuanto antes tomemos conciencia de ello quienes tenemos algún tipo de responsabilidad pública, mejor para todos, pero hay que decir que cuanto antes sea consciente la ciudadanía de ello, también mejor para ellos, los ciudadanos y ciudadanas...

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Seguramente, la crisis global que está azotando al conjunto de las economías de todo el mundo es un indicador de otra crisis más profunda, que no es de tipo financiero-económico, sino de carácter civilizatorio. Es muy probable que estemos asistiendo al proceso de tránsito de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento que alumbrará este siglo XXI. Cuanto antes tomemos conciencia de ello quienes tenemos algún tipo de responsabilidad pública, mejor para todos, pero hay que decir que cuanto antes sea consciente la ciudadanía de ello, también mejor para ellos, los ciudadanos y ciudadanas.

Nada va a volver a ser lo mismo, y todo ha empezado a ser diferente en algo, aunque no sepamos aún ni el cómo ni hacia dónde: el mundo no es ya bipolar, ni gira sobre la hegemonía de EE UU; seguramente no vale el etnocentrismo de considerar que los valores y las referencias ideológicas para hacer frente a esta situación vendrán de los países desarrollados, como tampoco vale seguir pensando como hacen muchos en un mundo de recursos naturales inagotables, o en un mundo que obedezca sólo la lógica estricta del mercado y la especulación. El mundo está cambiando, y debemos tener la libertad intelectual de pensar desde esa realidad, y debemos hacerlo con unas raíces y una meta, sabiendo qué sociedad queremos para no perdernos por el camino.

España no es ajena a esta situación, y Andalucía tampoco. Es una crisis global, y ante ella podemos mirar sólo sus consecuencias o ir a las causas. Podemos centrarnos exclusivamente en lo urgente, pero podemos atender además a lo necesario. ¿Podemos mirar algo más lejos? Creo que sí, o al menos debemos intentarlo. Porque si no lo hacemos, la salida conservadora ya está trazada: más exclusión social, más pobreza y más hambre en el mundo, y más beneficio para las minorías de privilegiados a los que la crisis sólo les ha causado como mucho un descenso de sus ganancias. Si la izquierda democrática, los progresistas y los socialistas, queremos conectar con una amplia mayoría social que pueda ser sujeto del nuevo tiempo que se está alumbrando debemos ofrecer algo más que un maquillaje o una corrección ligera de la situación actual, tenemos que ofrecer una alternativa global, que marque un horizonte cualitativamente distinto en el que encuentren respuesta las dudas y las necesidades que están en el origen del malestar social. Una meta clara, que implique cambios sustanciales en la injusticia radical de esta sociedad actual, que sustituya el beneficio por la equidad, con todo el realismo necesario, con todo el gradualismo preciso, pero con un objetivo preciso: un mundo con auténtica igualdad de oportunidades para todo ser humano, para que cada cual pueda ejercer sus derechos libre de cualquier clase de dominación.

La tarea para la izquierda europea y española es poner las bases para la movilización de esa nueva mayoría social, encontrando las líneas transversales que podrían conformar su armazón ideológico. La política democrática gobernando sobre la lógica del beneficio y de los mercados, la transparencia y la ejemplaridad, el valor de la equidad para hacer posible una auténtica igualdad de oportunidades basada en el mérito y no en el privilegio, la igualdad de trato, la defensa de lo público como instrumento para favorecer el desarrollo personal, la sostenibilidad, la progresividad fiscal para hacer posible la redistribución tanto en los ingresos como en los gastos, el respeto a la diferencia en la vida pública y social, la innovación, la participación ciudadana para avanzar en la cualificación de la democracia representativa, el laicismo, son algunos de esos objetivos movilizadores en torno a los cuales construir una nueva alternativa socialdemócrata frente la dictadura del mercado, una auténtica alianza de la ciudadanía por el bienestar.

Podemos empezar ya y desde aquí, desde Andalucía, para contribuir a poner en pie este nuevo proyecto en España; y debemos exigir un proyecto estratégico de los socialistas europeos y de los progresistas de los países emergentes para ofrecerlo a los millones de seres humanos que lo necesitan. Sin grandilocuencia, con tenacidad, con confianza, porque éste no es un proyecto de coyuntura, sino de largo alcance, que requerirá un esfuerzo continuado de años.

Andalucía ha sido la única región europea que ha conquistado su autonomía política en un combate democrático insólito aquel 28 de Febrero de 1980, y lo hicimos porque teníamos ambición de igualdad, porque sabíamos que podíamos hacer lo imposible.

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Por eso debemos aportar todo nuestro esfuerzo y nuestras ideas en la construcción de ese proyecto de equidad y bienestar que el nuevo tiempo necesita. Desde Andalucía podemos.

Manuel Gracia Navarro es diputado socialista por Córdoba y Vicepresidente 1º del Parlamento de Andalucía.

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