Columna

La necesidad no tiene amo

"Tal como un individuo puede irse a la bancarrota sin importar su riqueza inicial, un sistema financiero puede colapsarse bajo la presión de la codicia, los intereses y el lucro sin importar cuán bien regulado parezca estar". Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff lo plantean con meridiana claridad en su ensayo Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, donde demuestran cómo los patrones de excesivo endeudamiento, formación de una burbuja inmobiliaria y otros fenómenos económicos se repiten en las debacles financieras a lo largo de la historia sin que el síndrome de "esta ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

"Tal como un individuo puede irse a la bancarrota sin importar su riqueza inicial, un sistema financiero puede colapsarse bajo la presión de la codicia, los intereses y el lucro sin importar cuán bien regulado parezca estar". Carmen M. Reinhart y Kenneth S. Rogoff lo plantean con meridiana claridad en su ensayo Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, donde demuestran cómo los patrones de excesivo endeudamiento, formación de una burbuja inmobiliaria y otros fenómenos económicos se repiten en las debacles financieras a lo largo de la historia sin que el síndrome de "esta vez es distinto" pueda modificar la tozuda realidad. "Hemos estado antes en el mismo sitio", advierten los autores al referirse a lo que denominan "la segunda Gran Contracción" y califican como "la crisis más grave a escala mundial desde la Gran Depresión".

Sin duda, uno de los tópicos que el estudio desmonta es el de que los mercados, como pensaban Greenspan y Bernake desde la Reserva Federal estadounidense, Rodrigo Rato desde el Fondo Monetario Internacional y tantos neoliberales entusiastas, se bastan y sobran para corregir cualquier problema. Otro, la ingenuidad de cierto keynesianismo que no ha entendido que los mecanismos anticíclicos de esa doctrina son necesariamente simétricos: hay que frenar en épocas de bonanza si se quiere tener margen para hacer políticas públicas de fomento de la actividad económica en épocas de contracción. En los periodos de expansión, apuntan los dos economistas, "los Gobiernos suelen olvidar tomar medidas preventivas que le quiten un poco de presión al sistema". Son medias impopulares, claro.

Y es que la necedad no es patrimonio de la economía y las finanzas, ni de la política, ni de la derecha o la izquierda. Necia fue, vista en perspectiva, la derrota de la Constitución Europea a manos de una entusiasta izquierda alternativa allá por 2005 en Francia, Holanda y tantas otras opiniones públicas. ¿Qué no daríamos hoy por una Unión Europea menos fatigada y de poder menos fragmentado? Necio es el discurso de una derecha que no se hace responsable de nada, ni siquiera del copyright de algunas de las teorías que han llevado al desastre, mientras propone más de lo mismo. Necia la socialdemocracia que no supo entender que la idea de lo sostenible es, ya hace tiempo, algo más que un lema de hippies y ecologistas; mucho más, desde luego, que un componente cosmético de la política. Y necios seremos los ciudadanos si nos vemos a salvo de cualquier responsabilidad, por vaga que sea, y nos refugiamos en la quejosa exigencia de "que lo arreglen ellos". Pagar las deudas y reactivar la economía sin llevar al caos el modelo social y de bienestar es, aquí y ahora, una ecuación complicada que no se resolverá con recetas o demagogias. La necedad es un lujo que tampoco podemos permitirnos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En