Crónica:ATLETISMO | Mundiales de Daegu

Aún verde para las grandes ligas

Olmedo sucumbe en unos veloces últimos 500 metros y termina cuarto en el 1.500

Hasta en un 1.500, 25 centésimas, un cuarto de segundo, un parpadeo, es un mundo. La diferencia, que diría Shakespeare, entre ser o no ser. La diferencia entre ser cuarto o tercero, terrible. "Ser cuarto del mundo está muy bien, y seguramente en frío lo valoraré y me sentiré realizado, pero, claro, el tercero sube al cajón", dijo Manuel Olmedo nada más terminar, cuarto, claro, una final de 1.500 metros en la que comprobó lo que su instinto le decía, que aún está verde para las grandes ligas de la distancia reina del medio fondo.

Olmedo tiene 28 años, pero solo lleva dos entrenando el 1....

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Hasta en un 1.500, 25 centésimas, un cuarto de segundo, un parpadeo, es un mundo. La diferencia, que diría Shakespeare, entre ser o no ser. La diferencia entre ser cuarto o tercero, terrible. "Ser cuarto del mundo está muy bien, y seguramente en frío lo valoraré y me sentiré realizado, pero, claro, el tercero sube al cajón", dijo Manuel Olmedo nada más terminar, cuarto, claro, una final de 1.500 metros en la que comprobó lo que su instinto le decía, que aún está verde para las grandes ligas de la distancia reina del medio fondo.

Olmedo tiene 28 años, pero solo lleva dos entrenando el 1.500. Pese a eso, ya es doble medallista europeo. La escena mundial es otra cosa. "Le falta foguearse en carreras en las que se corre para hacer marca, con cambios de ritmo, toques, tropezones...", dice su entrenador, Enrique Pascual Oliva. "Le falta correr en 3m 30s, que los vale, para que una final como esta le sea fácil".

"Corrí una carrera tácticamente perfecta", dice el sevillano, "pero tres corrieron más"
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Ganó la final, como se temía Olmedo, un keniano, Asbel Kiprop, que adelantó en la última recta a otro keniano, el gran favorito, Silas Kiplagat, mejor tiempo del año, invicto en sus últimas carreras. El sorprendente norteamericano, tan sorprendente como la norteamericana que adelantó a Natalia Rodríguez en la última recta, Mathew Centrowitz, terminó tercero tras resistir perfectamente la acometida del sevillano agotado en la última recta.

Con su victoria, Kiprop, largas piernas, finísimas, 22 años, acaba con un par de inconsecuencias histórica. La primera, de orden personal. Kiprop es oficialmente campeón olímpico, pero la final de Pekín no la ganó él, sino Rashid Ramzi, quien después fue descalificado por dopaje. Por fin consigue así el keniano una victoria universal en la pista y, de paso, y esa es la otra incongruencia corregida, da a su país, el imperio del medio fondo, su primer título mundial de 1.500 (aunque, claro, los dos últimos campeones del mundo, Lagat y Kamel, son dos kenianos nacionalizados en EE UU y Bahréin, respectivamente).

Con su cuarto lugar -un puesto que el atletismo español no conseguía en un Mundial de 1.500 desde Cacho en Sevilla 99, detrás de Reyes Estévez, tercero-, Olmedo, además de recordar que aún le queda camino, encontró la confirmación de que su ambición de convertirse en uno de los mejores del mundo no es un sueño descabellado. "Corrí una carrera tácticamente perfecta", dijo el atleta sevillano. "Me mantuve pegado a la cuerda porque hemos analizado los últimos campeonatos y hemos visto que los que van por la cuerda, sin correr un metro de más, llegan más lejos", explica. "Pero me han ganado tres que han corrido más".

Kiprop ganó con un tiempo de 3m 35,69s, en teoría dentro del arco en el que el final atómico de Olmedo podría hacer daño. "Pero, claro", explicó Pascual otro de los millones de detalles sutiles que hacen del 1.500 una prueba única, "no es lo mismo hacer 3m 35s a ritmo de 3m 35s todo el tiempo, que salir a ritmo de 3m 45s

[el primer 200, guiado por el suicida neozelandés Willis, se pasó a 29s] y seguir así el primer mil y hacer un último 500 en poco más de un minuto. Eso lo aguantan muy pocos, y menos aún tienen capacidad de cambio al final. Y Olmedo ha tenido las fuerzas que ha tenido".

La tuvieron dos portentos, como Kiprop y Kiplagat, que brindaron un final agónico, con el primero resistiendo el empuje del segundo en los últimos 200 metros. No tuvo esa capacidad Olmedo, ni tampoco ningún otro.

"En los últimos 500 mostraron una velocidad de crucero superior a la de todos", dice Olmedo, quien, siguiendo al pie de la letra los consejos de Pascual, nunca se cebó en un ritmo que le habría reventado. A falta de 600 metros, a la entrada de la curva, ya anunció Kiprop que empezaba la carrera en serio. Y a la salida de la curva, en la recta, ya aceleró en serio. Olmedo, encerrado junto a la cuerda siempre, ni tuvo que preocuparse por cómo hacerse un hueco. Al toque de campana se siguió estirando el grupo y entonces fue un sálvese quien pueda. "Los que intentaron seguir el ritmo de los kenianos, reventaron", dice Olmedo, que guardó sus últimas fuerzas para el sprint con Centrowitz, al que nunca inquietó. Luchó por ser tercero, por el honor de un puesto en el podio, y terminó cuarto. Y oyó a su entrenador decirle: "Qué mal sabe el cuarto, Manuel, qué mal sabe".

"Es lo que menos quería", dice Pascual, quien conoció la gloria con el triunfo de su pupilo Fermín Cacho en los Juegos de Barcelona. "Con Fermín tengo oro, plata y un cuarto. Me falta el bronce, y pensé que Manuel me lo iba a dar. Esperaremos a los Juegos". "Nada", dice Olmedo, confiado, convencido, ambicioso. "La velocidad elevada de crucero se coge corriendo en 3m 30s, conociendo esa velocidad, para eso tengo que ir a más mítines. Ese será mi camino hacia los Juegos de Londres, mi camino de madurez".

Olmedo cruza la meta por detrás de Centrowitz.OLIVIER MORIN (AFP)

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