Reportaje:

El albacea se queda con el botín

Albasini vence en Ponferrada y Nibali enseña las uñas ante las jornadas decisivas

Pasó de todo y al final no pasó nada. Ganó Albasini, un suizo de Mendrisio, y Wiggins sigue de líder. Pero la intrahistoria de la etapa fue fecunda. Fue una etapa bella, con aire de ciclismo antiguo, cuando la valentía imperaba sobre la cordura, cuando el corazón era más importante que la muñeca (donde va el cronómetro), atravesando bosques que invitaban a la emboscada, al bandolerismo, al todo o nada. Los nervios en el ciclismo son malos para los ciclistas y magníficos para el espectáculo. Las mentirijillas también ayudan a proponer un ciclismo de bella estampa. Nibali anunció en la salida qu...

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Pasó de todo y al final no pasó nada. Ganó Albasini, un suizo de Mendrisio, y Wiggins sigue de líder. Pero la intrahistoria de la etapa fue fecunda. Fue una etapa bella, con aire de ciclismo antiguo, cuando la valentía imperaba sobre la cordura, cuando el corazón era más importante que la muñeca (donde va el cronómetro), atravesando bosques que invitaban a la emboscada, al bandolerismo, al todo o nada. Los nervios en el ciclismo son malos para los ciclistas y magníficos para el espectáculo. Las mentirijillas también ayudan a proponer un ciclismo de bella estampa. Nibali anunció en la salida que no iba a atacar, que solo lo haría sin veía algún rival herido. Dicho y hecho: a los 25 kilómetros de la salida lanzó su primer ataque. Solo el buscavidas Rosendo y Moncoutié, en busca del maillot de la montaña, se le adelantaron en el empeño.

"Ahora es capaz de estar concentrado mucho rato", dice Albert Costa del serbio

Fue un chispazo pero encendió la bombilla convirtiendo el pelotón en un incendio continuado. A la espera de las dos etapas asturianas, que decidirán el fin de semana la Vuelta, Ponferrada era el salvoconducto previo para conseguir pequeños o grandes objetivos. Y así se formó la escapada del día, de 20 ciclistas, con todas las bendiciones para llegara a la meta. Allí convivían muchos objetivos, distintos intereses. Euskaltel metió cuatro ciclistas (luego Antón cedió) con el punto de mira puesto en que Mikel Nieve se metiera en la pomada de la clasificación, si el pelotón concedía demasiado o se dormía pronto.

Difícil dormir cuando vuelve a atacar Nibali, el que no iba atacar, el mentirosillo llevándose con él a tipos como Kessiakoff (3º en la general), a Mollema (6º) y a Fulgsang (5º), entre otros. Luego se incorporó Purito Rodríguez. Les cazaron pronto, pero a Wiggins le dio un escalofrío. Fue un aviso de lo que le espera el fin de semana. Tiempo de ataque, de sorpresa, de piernas frías y corazones calientes...

Hasta ahí llegó la emotividad de la carrera. Ya no hubo más peleas de gallos, y el grupo de 20 que circulaba por delante, ajeno a la guerrilla del cuarto trasero, se encaminó a Ponferrada con pleno entendimiento y gracias a un trabajo descomunal del Euskaltel por resituar a Mikel Nieve en la clasificación. Era como una selección del pelotón, con muchos equipos representados y con muchas alternativas para jugarse la partida en la meta: ataques por sorpresa, roturas del grupo, o sprint tradicional. Ocurrió lo tercero y ahí ganó el que tenía que ganar, el más fuerte, el más rápido, el más listo de todos ellos, el suizo Albasini que no permitió ningún corte en los últimos dos kilómetros. Salió a todos sabiendo que era el spútnik del grupo. Y ganó con facilidad. Tercero fue Dani Moreno, que pilló bonificaciones que añadir al minuto y medio que obtuvieron de ventaja y le aúpa al puesto 9º de la general. Moncoutié consiguió el maillot de la montaña, y el resto, sobre todo el Euskaltel, se quedó derrengado tras un maravilloso esfuerzo. Albasini, el albacea de los fugados, se quedó con todo el botín. Asturias espera.

Albasini celebra su triunfo en la meta de Ponferrada.FÉLIX ORDÓÑEZ (EFE)

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