Crítica:Cine

Películas de segunda unidad

Cuando, como cronista, se ha tenido la oportunidad de acudir a la filmación de una superproducción de acción, lo que más llama la atención es que, durante más tiempo del imaginable, hay varios decorados de rodaje trabajando al alimón. El primero, comandado por el director, lucha para que el protagonista de marras, muchas veces penoso intérprete, logre decir sus frases con coherencia en las (pocas) secuencias de diálogo. Mientras, un par de dobles, en no pocas ocasiones con una pantalla de croma detrás, se afanan en las luchas filmados por el director de segunda unidad. El resultado es que los ...

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Cuando, como cronista, se ha tenido la oportunidad de acudir a la filmación de una superproducción de acción, lo que más llama la atención es que, durante más tiempo del imaginable, hay varios decorados de rodaje trabajando al alimón. El primero, comandado por el director, lucha para que el protagonista de marras, muchas veces penoso intérprete, logre decir sus frases con coherencia en las (pocas) secuencias de diálogo. Mientras, un par de dobles, en no pocas ocasiones con una pantalla de croma detrás, se afanan en las luchas filmados por el director de segunda unidad. El resultado es que los momentos de acción de ciertas películas estadounidenses actuales parecen siempre los mismos, aunque con un fondo distinto colocado posteriormente por el departamento de efectos especiales.

CONAN, EL BÁRBARO

Dirección: Marcus Nispel.

Intérpretes: Jason Momoa, Stephen Lang, Rachel Nichols, Ron Perlman, Leo Howard, Saïd Taghmaoui.

Género: acción. EE UU, 2011.

Duración: 112 minutos.

Es cine sin personalidad alguna, realizado con molde. Es cine de segunda unidad. Como Conan, El Bárbaro, nueva versión del (discutible) clásico moderno dirigido por John Milius en 1982. Una película en la que más del 60% del metraje son secuencias de batalla (debe haber más de una veintena), aunque todas cortadas por el mismo patrón.

Jason Momoa, en Conan, El Bárbaro.

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