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Traumas y palomitas

No hay cosa que me traiga mejores recuerdos que el maíz. Por mis orígenes y por mi infancia en general. Palomitas, palomitas y más palomitas, por favor. ¡Qué es una película sin palomitas! Y por mi origen: ¿habéis probado las quesadillas, más allá de las archiconocidas con queso, las verdaderamente deliciosas, las quesadillas de flor de calabaza? Recuerdo a mi abuela mano para aquí y mano para allá, convirtiendo aquellas bolitas de masa en esferas perfectas para después tirar a las brasas. Buenos recuerdos. Con el maíz puedes hacer de todo: harinas, licores, ropa y, por supuesto, palomitas. Mi...

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No hay cosa que me traiga mejores recuerdos que el maíz. Por mis orígenes y por mi infancia en general. Palomitas, palomitas y más palomitas, por favor. ¡Qué es una película sin palomitas! Y por mi origen: ¿habéis probado las quesadillas, más allá de las archiconocidas con queso, las verdaderamente deliciosas, las quesadillas de flor de calabaza? Recuerdo a mi abuela mano para aquí y mano para allá, convirtiendo aquellas bolitas de masa en esferas perfectas para después tirar a las brasas. Buenos recuerdos. Con el maíz puedes hacer de todo: harinas, licores, ropa y, por supuesto, palomitas. Mi primera película y palomitas, y película tras película, palomitas. Pero de ahí no son todos buenos recuerdos. De ahí vienen los traumas. Un chico, una chica, el atardecer sobre una playa, el beso perfecto, los violines. Un chico, una chica, la copa de champán y el tremendo pedrusco dentro; o como contaban mis amigas hace pocos días, exaltadas "es mucho más bonito cuando él coge el anillo de su lata de refresco y se lo coloca sin pensarlo en el dedo, ¡qué romántico tía!" Pero en la vida real no suenan violines sino lavadoras y, "nos casamos porque nos viene mejor para la declaración de la renta". Te revuelcas en la playa. ¡Y se te llena hasta la oreja de arena! Qué poco romántico, ¡tía!

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