CLIC CLAC | TOUR 2011 | 18ª etapa

El yódel de Andy

Viendo la foto de Andy Schleck cruzando la meta del Galibier, con los brazos en alto, puños cerrados, músculos tensos y los dientes blancos a juego con las bandas de la manga, el casco y el maillot -la cuidada estética del Leopard-, me fijo en la boca abierta e imagino el grito que debe de estar saliendo en ese momento de lo más profundo de su garganta. Podría ser simplemente una forma de coger aire, ese oxígeno que tanto escasea a esas alturas, pero no. Por cierto, de la etapa hay que tener en cuenta la cantidad de kilómetros que se hicieron por encima de los 2.000 metros: los siete últimos d...

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Viendo la foto de Andy Schleck cruzando la meta del Galibier, con los brazos en alto, puños cerrados, músculos tensos y los dientes blancos a juego con las bandas de la manga, el casco y el maillot -la cuidada estética del Leopard-, me fijo en la boca abierta e imagino el grito que debe de estar saliendo en ese momento de lo más profundo de su garganta. Podría ser simplemente una forma de coger aire, ese oxígeno que tanto escasea a esas alturas, pero no. Por cierto, de la etapa hay que tener en cuenta la cantidad de kilómetros que se hicieron por encima de los 2.000 metros: los siete últimos del durísimo Agnello, los cinco de la parte más desolada del Izoard y los agónicos 10 kilómetros finales del Galibier, desde que se pasa el Lautaret. Un total de 22 kilómetros por encima de una altitud en la que la hipoxia -debido a la gradual baja concentración de oxígeno en el ambiente- comienza a ser perceptible.

Aunque el maillot amarillo aún no es suyo, ha cambiado el tono y el registro de la carrera por completo
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Podría ser el comienzo de un yódel, eso sería lo más acorde con el impresionante escenario que se divisa desde ahí arriba. No estamos en el Tirol, esto es justamente la frontera entre los Altos Alpes y la Saboya, pero son los Alpes igualmente. El yódel es ese canto que se suele hacer al aire libre con cambios rápidos de tono y de registro con la propia voz. Sin palabras, solo con sonidos. Pero no, seguro que Andy tenía otras cosas en la cabeza.

Podría ser también un grito que, intencionadamente, acallara las críticas que han tenido los dos hermanos luxemburgueses por su actitud en carrera en los días pasados, y por sus lloros con declaraciones cuestionando la peligrosidad de un par de bajadas en las que -Andy, especialmente- han salido perjudicados. Tampoco lo creo.

Estoy seguro de que era un grito de rabia, quizá un grito mudo: El Tour es mío, este año sí. Aún no es suyo, aún ni siquiera viste el maillot amarillo, ese maillot que Voeckler está aguantando hasta límites inimaginables y que en ese momento ni siquiera sabía si lo iba a conseguir. Pero él lo quiere vestir en París, no en el Galibier, y el paso que dio ayer en la impresionante etapa alpina puede ser crucial en ese objetivo. De momento, la guerra psicológica ya la tiene ganada, y eso ya es mucho.

Frank entró segundo en la meta, podría haber sido el campeonato nacional de Luxemburgo; pero no, esto es algo más grande. Y en la general, los brothers ya son segundo y tercero, después de eliminar al rival al que más temen, Contador. Ahora el peligro se llama Evans, pero aún queda otra etapa temible, la de hoy en Alpe d'Huez, para aumentar la ventaja de cara a la contrarreloj del sábado. Veremos si hoy Andy paga la factura de ayer, pero no lo creo, pues contó con la impagable ayuda de dos compañeros, Monfort y Posthuma, que le dejaron con la carrera en bandeja a 20 kilómetros de meta: "Hasta ahí, el único esfuerzo que hizo Andy fue su ataque en el Izoard", me dijo su director, Luca Guercilena.

Veremos, que hay ganas de verlo. Día triste para Contador, pero hay que aceptar que el yódel de Andy de ayer ha cambiado el tono y el registro de la carrera por completo.

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