Columna

Dante hablaba valenciano

Una funcionaria, sin ninguna acreditación en materia artística, es nombrada directora del Museo del Prado. Un escritor, con una de las trayectorias intelectuales más acreditadas, es descartado para formar parte del consejo del Gobierno en materia cultural. Un imputado, el presidente del Gobierno, no da ninguna explicación ni asume ninguna responsabilidad por el juicio al se someterá por soborno. Una televisión, la cadena pública TVE, despeja al córner del minuto 20 la noticia de la apertura del juicio al presidente, al que ni se le cita por su nombre.

¿Se imaginan? Es fácil adivinar que...

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Una funcionaria, sin ninguna acreditación en materia artística, es nombrada directora del Museo del Prado. Un escritor, con una de las trayectorias intelectuales más acreditadas, es descartado para formar parte del consejo del Gobierno en materia cultural. Un imputado, el presidente del Gobierno, no da ninguna explicación ni asume ninguna responsabilidad por el juicio al se someterá por soborno. Una televisión, la cadena pública TVE, despeja al córner del minuto 20 la noticia de la apertura del juicio al presidente, al que ni se le cita por su nombre.

¿Se imaginan? Es fácil adivinar que se trata de un juego. Un juego de ficción, sí, pero solo hay que cambiar los nombres para hacerlo muy real: el Prado por el Museo de Bellas Artes San Pío V de Valencia, José Luis Rodríguez Zapatero por Francisco Camps y TVE por Canal 9. ¿Y el intelectual? Joan Francesc Mira, al que se ha impedido entrar en el Consell Valencià de Cultura.

Son cosas que han pasado aquí en apenas una semana. Cuestiones de trascendencia desigual, pero coincidentes en el tiempo y en el espacio, que resultan difíciles de imaginar fuera de los dominios de la Generalitat. Todas juntas conforman un lienzo de desprecio por la cultura, la política y la ciudadanía, en general. Una forma de hacer las cosas que se ha convertido en un auténtico hecho diferencial de los valencianos para vergüenza de los valencianos. Buena parte de los italianos también deben sentir algo así bajo la égida de Berlusconi.

Precisamente, el italiano de la Divina Comedia, en su variante toscana, fue vertido al valenciano por Mira. Por ello obtuvo el Premio Nacional de Traducción. En ese gran poema épico, Dante describía en su descenso al infierno nueve círculos donde los condenados son castigados en función de la gravedad de sus pecados. En el octavo círculo infernal se hallan los que trafican con cargos públicos, los hipócritas y los que engañan. ¿Se imaginan el círculo infernal que trazaría la caverna mediática del PP en torno a un presidente de Gobierno acusado de recibir regalos de un tipo tan altruista como Correa, que escondía en Suiza millones de euros procedentes de adjudicaciones públicas? Tal vez, el escritor florentino no habría sido capaz de imaginarlo, sobre todo porque la trama carece de cualquier atisbo poético y no se vislumbra ninguna luz que guíe hasta el paraíso como la que irradiaba su amada, Beatriz.

De aliento sulfúrico e incendiario eran las peticiones de dimisión con que el PP recibió en la Comisión de Control de RTVE del Congreso al presidente de la Corporación de RTVE, Alberto Oliart, al poco de estrenar su cargo. Y eso que acababa de ser designado por consenso de los dos grandes partidos, socialistas y populares. El argumentario estaba plagado de supuestas manipulaciones ignominiosas no solo cuestionables sino ridículas e insultantes para la inteligencia, sobre todo para un valenciano. ¿Alguien se puede creer que TVE se habría atrevido a ocultar en sus titulares la apertura de juicio al presidente de Gobierno, como ha hecho Canal 9 con Camps? No es una hipótesis plausible y sí es una diferencia importante que abunda en la falsedad de la afirmación de que todos son iguales.

No es así. Algunos no respetan ni el garantismo constitucional (como apunta el constitucionalista Luigi Ferrojoli, que ha profundizado en el análisis del proceder berlusconiano) que fue adoptado por las democracias occidentales, después de la Segunda Guerra Mundial. Un garantismo constitucional y democrático que pretendía evitar la perversión según la cual el que gana unas elecciones está legitimado para hacer lo que quiera. En este último círculo perverso, se inscribe el PP valenciano que proclama la absolución de Camps por las urnas, como hiciera antes, por cierto, con Carlos Fabra.

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Ferran Bono es diputado por el PSPV-PSOE y periodista.

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