Campamento de verano entre ollas y estrellas

Es el segundo campamento gastronómico de verano que organiza el Basque Cullinary Center, pero el primero en el que los chavales de 15 a 17 años pernoctan los 10 días que dura la convivencia entre fogones. El albergue de Beizama, un pequeño municipio en el mismo centro de Gipuzkoa en la comarca de Urola-Costa, es el campamento base desde el cual se organizan las actividades culinarias.

Limitado a un grupo de 20 jóvenes "para darles una atención más personalizada", explica la dirección del centro, los aspirantes a cocineros lo mismo limpian un pescado junto a un chef con estrellas Michel...

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Es el segundo campamento gastronómico de verano que organiza el Basque Cullinary Center, pero el primero en el que los chavales de 15 a 17 años pernoctan los 10 días que dura la convivencia entre fogones. El albergue de Beizama, un pequeño municipio en el mismo centro de Gipuzkoa en la comarca de Urola-Costa, es el campamento base desde el cual se organizan las actividades culinarias.

Limitado a un grupo de 20 jóvenes "para darles una atención más personalizada", explica la dirección del centro, los aspirantes a cocineros lo mismo limpian un pescado junto a un chef con estrellas Michelín en la solapa, que hacen un queso o se van en barco de pesca. El precio por el curso intensivo gastronómico es de 530 euros.

"La experiencia es muy buena, el programa es muy atractivo y se consigue que los chavales que se sienten atraídos por el mundo de la gastronomía disfruten", explica Joxe Mari Aizega, director del Basque Cullinary Center.

La idea del campamento es que durante diez días descubran los secretos de la gastronomía, acompañados por cocineros del alto nivel y dos monitores que les acercarán al mundo de la cocina a través de talleres prácticos, salidas y visitas relacionadas con el mundo de la cocina.

Los talleres que forman parte de este programa abarca desde carnes y parrilla; pan y pizza; pasta y arroces; frutas, verduras y hierbas aromáticas; los lácteos; la cocina creativa; el chocolate y los postres; la cocina internacional; el pescado; y por último, el taller de cata para que aprendan a desarrollar el paladar.

Son la cantera de futuros cocineros y les gusta andar con las manos en la masa, por eso, muchos padres ven el campamento como una manera de que prueben si les puede atraer la profesión. "A quien le gusta la cocina, esto le da energía positiva porque tocas producto, hablas con gente entendida y para muchos de ellos va a ser un acercamiento a un mundo que les encanta y que están testando para ver si se ven estudiando en un futuro la profesión de cocinero", añade Aizega.

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Todo sea por hacer la compra en el mercado de Tolosa junto a un reconocido chef, recoger el producto de la huerta, comerse un chuletón, visitar el caserío de la familia Elola para conocer el cerdo de Euskal Txerri o visitar el restaurante del recién laureado Eneko Atxa.