Crítica:TEATRO

Un Lope para plantarles cara

"Cuando se alteran los pueblos agraviados, y resuelven, nunca sin sangre o sin venganza vuelven", resume un sicario del Comendador al final de Fuenteovejuna. En el célebre montaje de Constantin Mardzanov (1919), la obra de Lope era una alegoría de la Revolución de Octubre. En el de Lorca con el Teatro Universitario La Barraca, resonaban los ideales de la II República: como Manuel Bueno y Valle-Inclán años antes, el director soviético y el poeta granadino suprimieron las intervenciones del rey don Fernando para subrayar el poder transformador de las revueltas populares.

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"Cuando se alteran los pueblos agraviados, y resuelven, nunca sin sangre o sin venganza vuelven", resume un sicario del Comendador al final de Fuenteovejuna. En el célebre montaje de Constantin Mardzanov (1919), la obra de Lope era una alegoría de la Revolución de Octubre. En el de Lorca con el Teatro Universitario La Barraca, resonaban los ideales de la II República: como Manuel Bueno y Valle-Inclán años antes, el director soviético y el poeta granadino suprimieron las intervenciones del rey don Fernando para subrayar el poder transformador de las revueltas populares.

De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez, producida en Nueva York por un equipo artístico hispano, es otra elocuente puesta al día de la obra de Lope. Lucía Rodríguez Miranda, su joven directora debutante, y Sergio Adillo, responsable de una respetuosa adaptación abreviada, sitúan la acción en la ciudad mexicana fronteriza, capital mundial del feminicidio, sin cambiar más que unas pocas palabras. Donde en el original dice: "¿Para qué os ceñís estoques?", Laurencia, empleada de una maquila, tras haber sido violada por su patrono, le reprocha a sus allegados: "¡Para qué llevan revólver!".

DE FUENTEOVEJUNA A CIUDAD JUÁREZ

A partir de la obra de Lope de Vega. Adaptación: Sergio Adillo. Coproducción de The Cross Border Project & Thalia Spanish Theatre. Dirección: Lucía Rodríguez Miranda.

En esta Fuenteovejuna todos los personajes femeninos son maquileras, y en lugar de los del rey católico escuchamos discursos populistas sobre la criminalidad en Ciudad Juárez en la voz grabada del presidente mexicano Felipe Calderón, que en el programa de mano son anunciados irónicamente como una "colaboración especial". El montaje de Rodríguez Miranda, sintético, compensa zonas de sana ingenuidad con momentos de emoción verdadera. Ella y el adaptador reducen el número de personajes a la mitad e introducen con soberano acierto al mariachi femenino Flor de Toloache en el papel de coro que anima la fiesta, tiñe la boda de nostalgia y con la Llorona pone suelo musical a una coreografía sin danza donde Melinna Bobadilla, Maria-Itzel Siegrist y Victoria Tapias trazan una alegoría del maltrato potente y conmovedora.

Este montaje, en su imperfección, rezuma una energía primordial. Tiene ángel, y su directora, instinto para el riesgo (¡ese monólogo de Laurencia acurrucada, resuelto a contrapelo!). Sus intérpretes, dentro de una pluralidad de acentos, escuelas, calidades y potenciales, comparten aliento y empuje: Laura Santos y Sergio Adillo darán que hablar tarde o temprano. De Fuenteovejuna a Ciudad Juárez llega este fin de semana a la sala Triángulo desde Clásicos en Alcalá: su final es un homenaje desolador a las víctimas de una violencia superlativa.

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