Columna

El espejo portugués

Nuestros vecinos y hermanos peninsulares, los portugueses, se han administrado de forma desastrosa: han gastado más de cuanto tenían o podían pagar. Ahora necesitan miles de millones de euros de la UE y del FMI. Y el panorama que se le presenta al nuevo Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho se tiñe de negro azabache. Tendrán que eliminar organismos públicos y gobernadores civiles, privatizar canales públicos de televisión, líneas aéreas, transportes ferroviarios, aeropuertos y hasta redes de distribución de agua, según las informaciones que llegan a la casa de al lado, que es la nuestra....

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Nuestros vecinos y hermanos peninsulares, los portugueses, se han administrado de forma desastrosa: han gastado más de cuanto tenían o podían pagar. Ahora necesitan miles de millones de euros de la UE y del FMI. Y el panorama que se le presenta al nuevo Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho se tiñe de negro azabache. Tendrán que eliminar organismos públicos y gobernadores civiles, privatizar canales públicos de televisión, líneas aéreas, transportes ferroviarios, aeropuertos y hasta redes de distribución de agua, según las informaciones que llegan a la casa de al lado, que es la nuestra. Passos Coelho ya lo anunció, cuando apenas se terminaban de cerrar los colegios electorales que lo auparon al poder. Entre tanta drástica y necesaria medida para sacar las tierras de la saudade de la crisis cabe señalar la supresión o el aplazamiento del proyecto del AVE Lisboa-Madrid. Algo que, sin duda, causa tristeza, no tanto por el impacto económico que dicho trazado supondría, sino porque el trazado articularía mejor las relaciones entre vecinos ibéricos, condenados a entenderse.

En este otro lado de la Península que baña el mar latino, el trazado del AVE que se aplaza tendría un significado especial: el eje horizontal de comunicación rápida en las plurales tierras ibéricas. Otras generaciones quizás lo vean. Nosotros nos quedaremos con la saudade, la nostalgia de lo que pudo ser y no es. Aunque el término saudade tiene una complicada traducción que va más allá de la nostalgia. Y más complicada traducción tiene la actitud de nuestra clase política ante la crisis a otras lenguas hermanas y vecinas. Porque cualquiera de nuestros conciudadanos europeos comprende y lamenta la situación portuguesa tan cercana. Pero díganme ustedes, vecinos, quién le puede traducir a un holandés medianamente bien informado las palabras del ideólogo de la derecha carpetovetónica, José Maria Aznar, quien acaba de negar la burbuja inmobiliaria y atribuye el término burbuja tan solo a la acción política de los socialdemócratas de Zapatero. Unos socialdemócratas cuyo error fue pinchar la burbuja demasiado tarde, pero una burbuja que venía de atrás, de Aznar, como le viene la punta al garbanzo. Pregúntele, si tienen la oportunidad, a un danés por la necesidad imperante de enlazar todas y cada una de las capitales provinciales con una línea de alta velocidad, porque la demanda de pasajeros es millonaria y las infraestructuras nos salen gratis y no repercuten para nada en la salida de la crisis. Hablen ustedes con cualquiera de nuestros vecinos al otro lado de los Pirineos, y háganles entender que, según el alcalde de la capital de La Plana, la llegada del AVE a su pueblo supondría la creación de centenares de miles de empleos, casi tantos como votantes habitan su provincia. Olvidémonos de aeropuertos no pagados y no rentables, y quedémonos con la entereza y valentía de los recién elegidos gobernantes lusos, que apenas tienen que ver con los de acá.

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