Crítica:DANZA | La curva

Cita con harina en Café Voltaire

Galván vuelve por sus fueros morales y roza la excelencia, por no decir la obra maestra de su hacer. Lo hace a través de una consunción torturada de su estilo, donde la inquina monologar perturba el rito, lo seca y deja cortante, como un anticipo de muerte en la lógica del arte. Son las notas para su ficción suprema donde el artista, dolido y autobiográfico, poda el armónico y lo desangra de toda adjetivación; tiraniza la técnica en un discurso hosco, irónico e impostado hasta la catarsis donde el zapato se impone como instrumento electroacústico (una extrapolación del género). ...

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Galván vuelve por sus fueros morales y roza la excelencia, por no decir la obra maestra de su hacer. Lo hace a través de una consunción torturada de su estilo, donde la inquina monologar perturba el rito, lo seca y deja cortante, como un anticipo de muerte en la lógica del arte. Son las notas para su ficción suprema donde el artista, dolido y autobiográfico, poda el armónico y lo desangra de toda adjetivación; tiraniza la técnica en un discurso hosco, irónico e impostado hasta la catarsis donde el zapato se impone como instrumento electroacústico (una extrapolación del género).

La curva es cita posdadaísta e introspectiva. El bailarín intenta ir más lejos en la comprensión de sí mismo mientras la pianista se ceba con el arpa de su instrumento; todo sugiere que los cuatro son espectros de bar que, una vez cerrado el garito, emergen reclamando un ominoso sitial.

La curva

Coreografía: Israel Galván; música: Sylvie Courvoisier; cante: Inés Bacán; compás: Bobote; luces: R. Camacho. Matadero. Hasta el 5 de junio.

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