Análisis:EL ACENTO

El torero autocrítico

José Tomás tiene un gesto característico que ahora repiten las televisiones anunciando que el torero, herido de muerte hace un año en México, en un aniversario de la muerte de su amado Manolete, vuelve a los ruedos. En ese gesto, el diestro de Galapagar abandona sobre la arena la montera que usa y se dirige, satisfecho pero serio, hacia la puerta en la que lo reciben los aficionados felices.

Es como si el torero hiciera autocrítica: ya hice eso, ahora me toca hacerlo mejor. Hacerlo mejor para él es llenar la ausencia, aproximarse, en el riesgo y en la estética, a aquel Manolete para cuy...

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José Tomás tiene un gesto característico que ahora repiten las televisiones anunciando que el torero, herido de muerte hace un año en México, en un aniversario de la muerte de su amado Manolete, vuelve a los ruedos. En ese gesto, el diestro de Galapagar abandona sobre la arena la montera que usa y se dirige, satisfecho pero serio, hacia la puerta en la que lo reciben los aficionados felices.

Es como si el torero hiciera autocrítica: ya hice eso, ahora me toca hacerlo mejor. Hacerlo mejor para él es llenar la ausencia, aproximarse, en el riesgo y en la estética, a aquel Manolete para cuyo homenaje se vistió de purísima y oro.

Hace cinco años, cuando se debatía en el mundo del toro si José Tomás se iba o venía, su amigo Joaquín Sabina

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le preguntó al diestro a qué le sonaba su ausencia. Y el torero le dijo: "Las ausencias que más duelen no son las elegidas, como la mía". Esas ausencias, le dijo el torero al cantante, "se pueden restaurar". Hay otras ausencias cuyo borde no se puede

limar jamás.

Después de aquella conversación entre Sabina y Tomás este último volvió a los ruedos; y puso su arte profundo ante aquellos que van detrás de la fiesta para acabar con ella, pero él insistió, con la sobriedad que lo ha convertido en algo más que el diestro que, como dijo su colega Esplá, menos miedo tiene en el ruedo.

El miedo, en José Tomás, no es valentía, es sentido del sacrificio en pos de la estética; su manera de torear es un manifiesto ante el cual se defienden con dudas razonables aquellos que tachan el toreo con las aspas del disgusto. José Tomás ha hecho el silencio en los ruedos, y también fuera de ellos (además de su forzada baja, no suele hablar con la prensa; tampoco le gusta que se televisen sus faenas), pero no solo de admiración sino de respeto, el que le deben los que no quieren que haya más lidia.

Y él es también respetuoso. Tiene miedo, cómo no, pero su profesionalidad le acerca demasiado a los toros; la cogida en Aguascalientes fue una metáfora de aquella ausencia de la que le hablaba al cantautor Joaquín Sabina: la ausencia que más duele es la que no eliges.

Ahora vuelve. Admiración para el torero, respeto para su oficio, y bienvenido al ruedo, maestro.

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