Análisis:

Dictado

Los periodistas tienen mala prensa. No es raro. Prueben a encontrar un peluquero o un fontanero que te hablen bien del que te cortó el pelo antes que él o del que te reparó las tuberías en la anterior avería. Socialmente, por ejemplo, los despidos de periodistas en las grandes empresas de comunicación no cuentan con la solidaridad que despiertan otros empleados. Además, los periodistas encuentran pocos periodistas que defiendan a los periodistas.

La Federación de Asociaciones de Periodistas de España ha puesto en marcha un llamamiento para boicotear las ruedas de prensa donde no se admi...

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Los periodistas tienen mala prensa. No es raro. Prueben a encontrar un peluquero o un fontanero que te hablen bien del que te cortó el pelo antes que él o del que te reparó las tuberías en la anterior avería. Socialmente, por ejemplo, los despidos de periodistas en las grandes empresas de comunicación no cuentan con la solidaridad que despiertan otros empleados. Además, los periodistas encuentran pocos periodistas que defiendan a los periodistas.

La Federación de Asociaciones de Periodistas de España ha puesto en marcha un llamamiento para boicotear las ruedas de prensa donde no se admiten preguntas. Las ruedas de prensa sin preguntas son algo así como los campeonatos de natación en piscinas sin agua. Un sinsentido establecido en la rutina propagandística, esa que se ha apoderado de los resortes de la información. Los medios no como plataforma del conocimiento y el análisis, sino como altavoz acrítico de los mensajes ajenos. El periodismo, como todas las profesiones, suele padecer de su propia medicina. Dime qué hiciste mal y te diré por qué te va mal.

Pero los remedios no son fáciles. No parece al alcance de la mano de los periodistas el recurso al boicoteo. Un periodista que da la espalda a una información, por manipulada y masticada que sea su puesta en circulación, estará haciendo mal periodismo. Quizá los peces sí podrían boicotear a las cañas de pescar, pero lo que es seguro es que a las aceitunas les trae al pairo que los olivareros les den la espalda a la hora de la recogida. Además, no es sencillo establecer que su criterio personal reine por encima del de la empresa que le tiene a sueldo. Así que los periodistas tendrán que romperse la cabeza para saber cómo desactivar de una vez por todas las comparecencias sin preguntas. No es tarea fácil. En las televisiones podría colocarse el letrero de publicidad en una esquina bien visible, mientras habla el político o el empresario que no acepta la interlocución. En los periódicos podría recuadrarse el resumen de la conferencia como un anuncio gratuito. Soluciones más imaginativas que el imposible boicoteo. Lo triste es comprobar cómo algunos están logrando que el oficio, día tras día, se vaya convirtiendo en un ejercicio escolar de dictado.

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