Dichosa taquilla
Sigue siendo noticia la obviedad de que las películas comerciales dan mucho dinero mientras que las que se dirigen a un público minoritario hacen negocios más pequeños, si antes no mueren en el intento. Siempre ha sido así, y nadie se rasgaba las vestiduras por ello.
Hubo un tiempo en que las recaudaciones no se conocían hasta mucho después, y a nadie le preocupaba que los potentes productos de Hollywood o las comedietas de Landa y López Vázquez arrasaran en taquilla, mientras que las de Saura, Bergman o Polanski se quedaban en ese sentido a medio camino a la vez que triunfaban en festi...
Sigue siendo noticia la obviedad de que las películas comerciales dan mucho dinero mientras que las que se dirigen a un público minoritario hacen negocios más pequeños, si antes no mueren en el intento. Siempre ha sido así, y nadie se rasgaba las vestiduras por ello.
Hubo un tiempo en que las recaudaciones no se conocían hasta mucho después, y a nadie le preocupaba que los potentes productos de Hollywood o las comedietas de Landa y López Vázquez arrasaran en taquilla, mientras que las de Saura, Bergman o Polanski se quedaban en ese sentido a medio camino a la vez que triunfaban en festivales. Ahora, por el contrario, que Fast and furious 5 sea la más taquillera se transforma en noticia (aunque basta ver el tráiler para decidir no ir a verla), o que la excelente En un mundo mejor, la danesa ganadora del Oscar a la mejor de habla no inglesa, ocupe un modesto puesto 16 en el ranking. En aquellos tiempos, digo, a nadie le preocupaba el tema, salvo a quienes tenían intereses comerciales en las películas. Había, como hay ahora, buenas y malas, o simplemente destinadas a públicos diferentes. Que los adolescentes abarroten las salas para ver Thor o Río es cosa de ellos, como antes fueron otras las películas que les gustaron. ¿Por qué nos ha entrado la manía de vigilar la taquilla? ¿Qué más nos da a los espectadores?
Los tiempos han cambiado en ese aspecto pero no en otros, a juzgar por la imputación que sigue en pie contra el director del Festival de Sitges por haber proyectado A serbian film, película truculenta (y aburrida) donde las haya, pero con secuencias que han escandalizado a defensores de la moral. Lo comercial impera y la censura no cesa: nada nuevo. Pero el foco de atención está ahora realmente en Sitges y en su director, Ángel Sala. Más tarde, cuando probablemente esta película se estrene, podrá convertirse, ironías del mercado, en otro éxito gracias a la promoción que el caso está levantando. De momento es una de las más bajadas de Internet, lo que también debería contar para los interesados en la taquilla o en el número de espectadores.