Crítica:ARTE | EXPOSICIONES

Adrián Navarro

Escribía Leonardo en sus cuadernos: "La pittura è una cosa mentale". Efectivamente, se pinta con la inteligencia y se ejecuta con las manos que se extienden con herramientas, desde el pincel al ordenador. La pintura de Adrián Navarro (Boston, 1973) es producto de una reflexión dialéctica y de una ejecución minuciosa. Después del conceptualismo, el pensamiento es inevitable en el proceso de creación artística, por tanto, el problema estriba en acertar con sobre qué se reflexiona y cuál es su método. Parece que, en esta primera exposición en Madrid, Adrián Navarro se sirve para pensar su pintura...

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Escribía Leonardo en sus cuadernos: "La pittura è una cosa mentale". Efectivamente, se pinta con la inteligencia y se ejecuta con las manos que se extienden con herramientas, desde el pincel al ordenador. La pintura de Adrián Navarro (Boston, 1973) es producto de una reflexión dialéctica y de una ejecución minuciosa. Después del conceptualismo, el pensamiento es inevitable en el proceso de creación artística, por tanto, el problema estriba en acertar con sobre qué se reflexiona y cuál es su método. Parece que, en esta primera exposición en Madrid, Adrián Navarro se sirve para pensar su pintura de una lógica dialéctica, ya que en sus cuadros muestra una serie de elementos que habitualmente se pueden considerar antitéticos, enfrentando el gesto a la geometría, el fondo a la figura, el desorden al orden, lo virtual a lo real, lo bidimensional a lo volumétrico. El juego resulta atractivo y paradójico, ya que somete la percepción del espectador a un ejercicio que no suele ser habitual en la pintura que responde al mero instinto o que busca la delectación inmediata ante una combinación atractiva de formas y colores. Pero, nadie inventa nada, Navarro tiene que recurrir a un repertorio sincrético de elementos paradigmáticos y de recursos plásticos para formalizar su lenguaje y ejecutar sus cuadros. Por un lado, un fondo aparentemente informalista de trazos curvos oscuros que aparece cubierto por una veladura lechosa. Sobre ese plano-fondo emerge una potente figura geométrica, un toro de revolución, que perceptivamente parece horadado por círculos homogéneos que permiten ver su interior. Obviamente, todo es ilusión y técnica representativa, pero no parece banal que la figura tórica elegida haya constituido uno de los problemas teóricos más interesantes del origen de la perspectiva: los estudios de Paolo Uccello sobre el mezzocchio. Las otras referencias, el sincretismo, se pueden rastrear en la obra ilusoria de Victor Vasarely y en las últimas pinturas de Frank Stella, donde el gesto desborda las formas geométricas.

Adrián Navarro

Galería Pilar Serra

Almagro, 44. Madrid

Hasta el 9 de mayo

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