Cartas al director

Juan Pablo II en La Moneda

En relación al comentario de Juan Arias ¿Puede Dios ser democrático?, me pareció muy apropiado el recuerdo que él hace de la visita del papa Juan Pablo II a Chile y su saludo a la multitud junto al dictador Augusto Pinochet desde uno de los balcones del palacio de la Moneda, como ejemplo de la actitud de condescendencia de dicho Pontífice con algunos regímenes dictatoriales.

A modo anecdótico e ilustrativo, quisiera comentar que la multitud que se congregó frente a la sede del Gobierno para saludar al Papa fue cuidadosamente seleccionada por el régimen imperante, para lo cual se ...

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En relación al comentario de Juan Arias ¿Puede Dios ser democrático?, me pareció muy apropiado el recuerdo que él hace de la visita del papa Juan Pablo II a Chile y su saludo a la multitud junto al dictador Augusto Pinochet desde uno de los balcones del palacio de la Moneda, como ejemplo de la actitud de condescendencia de dicho Pontífice con algunos regímenes dictatoriales.

A modo anecdótico e ilustrativo, quisiera comentar que la multitud que se congregó frente a la sede del Gobierno para saludar al Papa fue cuidadosamente seleccionada por el régimen imperante, para lo cual se cercó el perímetro de La Moneda y solo se permitió el ingreso al sector a quienes exhibían el tique respectivo que previamente se había repartido entre funcionarios del aparato gubernamental e incondicionales del dictador. Conviene recordar también que de tal operación se encargó un dirigente juvenil nombrado a dedo por Pinochet en aquel entonces y que, increíblemente, desde 1990 ocupa un sillón en el Senado junto a otros connotados pinochetistas.

Son peculiaridades de nuestra seudodemocracia que muestran que en Chile sí funcionó aquello de dejar todo "atado y bien atado", de modo que, a más de dos décadas del fin de la dictadura, aún no alcanzamos el nivel de democracia que había antes del golpe de Estado de 1973.

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Seguimos viviendo prisioneros de la espuria y contramayoritaria Constitución de 1980, que la dictadura nos dejó como legado y que nuestros representantes no han tenido la voluntad ni el coraje de intentar reemplazar, como se lo mandató el pueblo soberano que derrotó a tal dictadura en el plebiscito de 1988.

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