Los pobres desgraciados hijos de perra
Narrativa. Una misma (y poderosa) voz narrativa, que tiende a la acumulación y a la digresión reflexiva, gobierna las 12 historias que Carlos Marzal (Valencia, 1961) reúne en Los pobres desgraciados hijos de perra, cuentos que en su mayoría tratan de la experiencia del amor y del dolor, a veces mutuamente ligadas entre sí. Unos cuantos de ellos tienen como escenario la urbanización donde la Gran Pandilla pasa los tres meses de las vacaciones de verano (con sus rutinas y transgresiones, los partidos de fútbol, las motos, los ligues, las fiestas o las clases de repaso) y un anecdotario pr...
Narrativa. Una misma (y poderosa) voz narrativa, que tiende a la acumulación y a la digresión reflexiva, gobierna las 12 historias que Carlos Marzal (Valencia, 1961) reúne en Los pobres desgraciados hijos de perra, cuentos que en su mayoría tratan de la experiencia del amor y del dolor, a veces mutuamente ligadas entre sí. Unos cuantos de ellos tienen como escenario la urbanización donde la Gran Pandilla pasa los tres meses de las vacaciones de verano (con sus rutinas y transgresiones, los partidos de fútbol, las motos, los ligues, las fiestas o las clases de repaso) y un anecdotario propio de la adolescencia; un mundo que también retorna cuando es evocado en otros relatos, tras el reencuentro de algunos personajes treinta años después o ante la pérdida de la casa familiar. Otros dos cuentos narran el dolor físico derivado de la enfermedad, y un par más aborda la rivalidad entre dos jóvenes escritores y la melancólica despedida de un viejo poeta. El titulado 'Una fórmula mágica' es casi una nouvelle, muy divertida, repleta de ironía, en la que Marzal disecciona el mundo de los ricos a través del encargo-soborno que se le hace a un joven periodista cultural, y que éste acepta por amor. En 'Siempre tuve palabras' hay unas líneas que muy bien pueden servir para caracterizar la factura estilística de estos relatos: "Me gusta la precisión. Admiro la tarea verbal de una palabra bien traída, y engastada después en el discurso como un pedazo de ámbar puro. Las palabras son eso al fin y al cabo: una resina en donde quedan retenidas nuestras experiencias comunes y privadas, un fósil, amarillo de tiempo, en donde late viva una manera de sentir el mundo. Ámbar de las palabras". A esto me refería más arriba. La exuberancia verbal con que el autor arropa estas historias, dilata y desdibuja (a veces en exceso) la anécdota, pero a la vez es lo que les confiere cierto espesor; hasta el punto de que a menudo interesa más la reflexión sobre los hechos sucedidos que la propia naturaleza de estos.
Los pobres desgraciados hijos de perra
Carlos Marzal
Tusquets. Barcelona, 2010
312 páginas. 19 euros