Crítica:ROCK | Mark Olson

El vaquero místico

¿Se escriben mejores canciones en tiempos perrunos, sin una triste mano amiga sobre el lomo, o durante esas fases en las que, como a Piqué con Shakira, el sol amanece radiante cada mañana? He aquí el eterno dilema del trovador moderno, una categoría en la que Mark Olson goza de cualificación suficiente como para que intentemos extraer alguna conclusión de su mano. Y anoche, en una Sala Charada con el aforo menguado (apenas cien personas), parecía ocasión propicia.

Año 2007. Olson publica The salvation blues, disco enfangado hasta las ingles en cardiopatías varias. Resultado esplé...

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¿Se escriben mejores canciones en tiempos perrunos, sin una triste mano amiga sobre el lomo, o durante esas fases en las que, como a Piqué con Shakira, el sol amanece radiante cada mañana? He aquí el eterno dilema del trovador moderno, una categoría en la que Mark Olson goza de cualificación suficiente como para que intentemos extraer alguna conclusión de su mano. Y anoche, en una Sala Charada con el aforo menguado (apenas cien personas), parecía ocasión propicia.

Año 2007. Olson publica The salvation blues, disco enfangado hasta las ingles en cardiopatías varias. Resultado espléndido. Año 2011. Llega el turno de Many colored kite, donde nuestro bardo de Minneapolis le canta a "la luz que brilla y los sueños que todavía no hemos contado" (No time to live without her). La felicidad se envuelve bajo un halo contemplativo, casi espiritual. Y surgen hallazgos estupendos, pero también, por lo visto ayer, un inesperado desconcierto. Como si el vaquero de antaño se nos hubiera vuelto místico y orientalizante, por mucho que conserve su reglamentaria camisa de leñador.

Ringvold aporta una estupenda voz, pero el dúo se queda raquítico
El creador está muy lejos de las cotas de 'Sister cry' o 'Pray for me'

¿Solo o en compañía? La otra disyuntiva clásica en torno a Olson merece una respuesta contundente: acompañado, por favor. Y si fuera por Gary Louris, mejor, aunque aquellos tiempos gloriosos con The Jayhawks se antojen hoy lejanos e irrepetibles. En su defecto, The Original Harmony Ridge Creekdippers (sí, nosotros tampoco logramos memorizar el nombre) servirían como apaño. Pero Mark lleva 250 conciertos durante los tres últimos años con la sola compañía de la percusionista Ingunn Ringvold, una noruega con la que el verano pasado incluso cursó un máster sobre literatura escandinava. Cierto: la imaginería propia del compositor que vivía en Joshua Tree, el desierto californiano, se desvanece.

Ringvold toca el djembé africano y aporta una estupenda segunda voz grave, pero el dúo, un formato tan socorrido para estos años achuchados, se queda raquítico. La música solo alcanza un mínimo sustento las dos veces que la noruega se sienta frente al armonio, ese teclado de fuelle típico de la música devocional india. Por ahí van los tiros, sí, en esta nueva etapa de plenitud extática, un periodo en el que Olson se nos ha transformado en una especie de Gram Parsons zen.

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Las dos piezas del armonio son espléndidas: Beehive y, sobre todo, Morning dove, donde el autor evoca una infancia de "sueños oscuros" y "una casita junto a la fuente". Más dudoso es que Linda Lee, un original de principios del siglo, incluya ahora una aproximación al canto bifónico, como si su redimensionado intérprete pretendiera emular a los monjes tibetanos.

Many colored kite es un disco feliz, cierto, como cabía esperar por su título: Cometa de muchos colores. Lo malo es que a ratos olvida el valor también sacrosanto de la melodía. Alcanza este año Olson el medio siglo de existencia y está en su perfecto derecho de elevar el tono de sus plegarias. Pero, reescuchando anoche sus escasas concesiones al repertorio de los Jayhawks (Pray for me, Over my shoulder, Sister cry), queda la sensación de que su creador se encuentra hoy muy lejos de aquellas cotas.

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