Crítica:TEATRO

Menú degustación

El espíritu colectivo que se respira en el Circus Oz, uno de los pioneros del mal llamado nuevo circo (sin animales y con puesta en escena teatral), tiene mucho que ver con el que anima aún aquellas compañías familiares antañonas en donde todos hacen de todo. Su elenco, integrado por ocho artistas polifacéticos, toca múltiples palos del circo clásico, orquestados con arreglos modernos: sus espectáculos son menús degustación donde se ofrecen raciones sustanciales de disciplinas tan variadas como el antipodismo, la báscula, el trapecio, las telas aéreas, la bicicleta acrobática y los malabares, ...

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El espíritu colectivo que se respira en el Circus Oz, uno de los pioneros del mal llamado nuevo circo (sin animales y con puesta en escena teatral), tiene mucho que ver con el que anima aún aquellas compañías familiares antañonas en donde todos hacen de todo. Su elenco, integrado por ocho artistas polifacéticos, toca múltiples palos del circo clásico, orquestados con arreglos modernos: sus espectáculos son menús degustación donde se ofrecen raciones sustanciales de disciplinas tan variadas como el antipodismo, la báscula, el trapecio, las telas aéreas, la bicicleta acrobática y los malabares, servidas todas a ritmo de rock and roll por tres músicos entregados y una cantante fuera de talla que se desdobla en jefa de pista.

CIRCUS OZ

Teatro Circo Price. Hasta el 27 de marzo.

El desempeño multidisciplinar es la virtud y el talón de Aquiles del Circus Oz: es mucho pedirles a sus integrantes, buenos o muy buenos en una, dos y hasta tres disciplinas, que posean además la aguda vis cómica que ciertos números requerirían para cristalizar. Entre lo mejor, el final trepidante del primer acto, en el que los malabares que Luke Taylor y Paul O'Keeffe hacen sucesivamente con sombreros, mazas, velas y hasta un pañuelo, subidos en una mesa, se van complicando al ponerse el resto de la compañía a lanzar cada vez más objetos desde el suelo, en un caos orquestado matemáticamente. O'Keeffe, pozo de sorpresas, hace un trabajo excelente en el monociclo y se desenvuelve estupendamente en el trapecio cómico y en el salto acrobático a través de aros.

Taller de artistas

Cada cierto tiempo, la compañía australiana organiza un taller en el que artistas jóvenes preparan números nuevos, para incorporarlos en la edición siguiente de su espectáculo sin título. En la actual, destacan también los malabares de Hazel Bock y el dúo de Rowan Heydon-White y Mason West en el mástil chino, cuya lenta plasticidad evoca sin pretenderlo las secuencias de análisis de movimiento del fotógrafo pionero Eadweard Muybridge. West, otro todoterreno, es habilísimo haciendo equilibrios sobre rulo. En la matinal del fin de semana, una lesión impidió a Flip Kammerer hacer su número de cuerda aérea.

En lo estético, es mucho más agradecido y transgresor el límpido final, con la jefa de pista vestida con un salto de cama y el resto de la compañía a juego, que su comienzo por lugares más trillados.

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