Crítica:TEATRO

Aína y el vampiro literario

Atención al autor Jordi Casanovas y a Flyhard, joven compañía catalana que ha estrenado con éxito merecido una docena de comedias suyas: de haberlo querido él, alguna estaría llenando grandes teatros con repartos de campanillas, pero eso sería traicionar el espíritu de equipo que respira su trabajo y el de Roser Blanch, Clara Cols, Pablo Lammers y Sergio Matamala, sus actores. Son estupendos los cuatro: pasan por emociones extremas sin sobreactuar y se expresan con sinceridad rotunda. Casanovas escribe cada papel pensando en ellos, y se nota. Sus comedias hablan del aquí y ahora, con un toque ...

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Atención al autor Jordi Casanovas y a Flyhard, joven compañía catalana que ha estrenado con éxito merecido una docena de comedias suyas: de haberlo querido él, alguna estaría llenando grandes teatros con repartos de campanillas, pero eso sería traicionar el espíritu de equipo que respira su trabajo y el de Roser Blanch, Clara Cols, Pablo Lammers y Sergio Matamala, sus actores. Son estupendos los cuatro: pasan por emociones extremas sin sobreactuar y se expresan con sinceridad rotunda. Casanovas escribe cada papel pensando en ellos, y se nota. Sus comedias hablan del aquí y ahora, con un toque paranormal. La ruina, estrenada en 2008, anticipó el actual crash económico. Algunas recibieron premios y la mayoría el reconocimiento de crítica y público.

UN HOMBRE CON GAFAS DE PASTA

Autor y director: Jordi Casanovas. Intérpretes: Roser Blanch, Clara Cols, Pablo Lammers y Sergio Matamala. Compañía Flyhard. Sala AZarte. Hasta el 13 de marzo.

Flyhard entra por fin en Madrid, por la coqueta puerta pequeña de la nueva sala AZarte, en Chueca, que le viene al pelo a Un hombre con gafas de pasta, comedia cómica aristotélica en la que se entreveran la crítica de costumbres, el suspense y el grand-guignol psicológico de comienzos del siglo XX. Encerrados en el comedor de la casa de Aina, librera abandonada por su novio, ella y sus amigos Óscar y Laia se vuelven del revés a medida que transcurre la cena a la que han invitado a Marcos, intelectual con el yo priápico.

Verosimilitud

Los intérpretes, muy bien dirigidos, tienen esa teatralidad natural de los actores argentinos de Claudio Tolcachir y Javier Daulte: verles es como espiar en casa ajena. Refuerzan esa impresión lo recoleto del escenario y el diseño de luz, que incorpora lámparas domésticas. Cerca del final, cuando la comedia, aún sin perder su ironía, se desparrama en situaciones de cine de terror y Casanovas fuerza la verosimilitud de ciertas reacciones, los actores consiguen con la actitud de sus personajes y la intensidad sostenida de su verdad que demos crédito sin desmayo a lo que está pasando.

Un hombre con gafas de pasta habla de cómo se encumbran ambiciosos sin talento, mientras gente valiosa queda en el anonimato: su crítica tendría otro efecto de haber perfilado Casanovas con más finura a ese vampiro literario sostenido por becas y ayudas a la creación.

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