Crítica:ÉTNICA | S. Raman

Magia en la encrucijada

Hubo un tiempo, a principios de la década pasada, en que pareció evidente que Sushee-la Raman alcanzaría un puesto destacado en el consejo de administración de las llamadas músicas étnicas. Al final, lo que parecía un ascenso fulgurante con discos como Salt rain se ha quedado en una discreta posición a mitad de tabla, pero se agradece que el ciclo Ellas Crean reparase en una voz como la suya -emotiva, singular y poco trillada en los escenarios españoles- para ocupar las tablas de la Galileo Galilei. Y lo sostenemos pese a la timidez de la entrada; como la música en vivo también s...

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Hubo un tiempo, a principios de la década pasada, en que pareció evidente que Sushee-la Raman alcanzaría un puesto destacado en el consejo de administración de las llamadas músicas étnicas. Al final, lo que parecía un ascenso fulgurante con discos como Salt rain se ha quedado en una discreta posición a mitad de tabla, pero se agradece que el ciclo Ellas Crean reparase en una voz como la suya -emotiva, singular y poco trillada en los escenarios españoles- para ocupar las tablas de la Galileo Galilei. Y lo sostenemos pese a la timidez de la entrada; como la música en vivo también se nos resfríe, una vez que los vándalos han acribillado la música grabada, la vida se nos va a hacer muy triste.

Elegante con su guardapolvos rojo sobre atuendo negro, Susheela hace alarde de poderío vocal desde el primer respiro. Su discurso retumba grave y sentido, como si nos encontráramos, salvando las distancias, con una Tracy Chapman del sur de la India. Benditas intersecciones de caminos: Raman no es solo una representante cualificada de ese Londres efervescente con ancestros tamiles, sino que también aporta una inflexión dolorosa en su garganta, un inquietante pathos quejumbroso que remite por vía directa a las enseñanzas del blues.

Consciente de que su repertorio es poco conocido, a nuestra protagonista no le importó centrarse en los contenidos de su quinto disco, Vel, todavía inédito. Con Paal o Vel undu se mostró expresiva y gesticulante: a veces desaforada, otras acuclillada como quien aborda una plegaria, a ratos concediéndose un garbeo entre las mesas. Su guitarrista asume el peso instrumental con un rasgueo casi virulento, herencia del folclor británico.

El peligro acecha, en cambio, cuando Susheela adopta el inglés como vehículo de expresión. Madeleine sonaba convencional no solo en su morfología, sino en los patrones sonoros. En algún fugaz pasaje venía a la memoria el nombre de Noa, y en esos casos, ¡ay!, se nos disparan hasta los triglicéridos. Muchos mejores resultados ofrecía la intrigante Cargo, con un bajo pedal imperturbable y la guitarra desafiando los límites de la saturación.

Representante de ese fascinante Londres híbrido del que también han salido Nitin Sawhney o Talvin Singh (entre otros), Susheela se reivindicó glosando a Hendrix con un Voodoo chile casi irreconocible. Habría sido estupendo escuchar también su lectura de Song to the siren, de Tim Buckley, pero no tocaba. Nos conformamos con que Susheela siga extrayendo tantas enseñanzas de tantas encrucijadas.

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