Columna

Sombras

El gesto de susto que le había congelado el fotógrafo del periódico lo decía todo: a aquella viuda le habría costado la pensión de tres meses si hubiera tenido que sufragar de su bolsillo la operación de cataratas. Lo ponía allí, en una factura del hospital público que parecía de verdad pero que solo era la sombra de una minuta, nada más que a efectos informativos (si le hubieran hecho un cuádruple by-pass coronario el papelito de marras la habría devuelto directa a la UCI).

Acudes a una clínica concertada y te hacen firmar otra nota donde se dice que esa consulta de espec...

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El gesto de susto que le había congelado el fotógrafo del periódico lo decía todo: a aquella viuda le habría costado la pensión de tres meses si hubiera tenido que sufragar de su bolsillo la operación de cataratas. Lo ponía allí, en una factura del hospital público que parecía de verdad pero que solo era la sombra de una minuta, nada más que a efectos informativos (si le hubieran hecho un cuádruple by-pass coronario el papelito de marras la habría devuelto directa a la UCI).

Acudes a una clínica concertada y te hacen firmar otra nota donde se dice que esa consulta de especialista cuesta casi 120 euros. Aunque parezca una exageración, eso es lo que la Seguridad Social desembolsará por ti de la caja común, sin que nadie te explique cuánto costaría en caso de que te hubieran atendido en un centro público.

A las autoridades sanitarias, ahora, les ha dado por enterarnos "de todo", principalmente de lo caro que sale cuando enfermamos. "Sed responsables, no abuséis..." En Cataluña las recetas vendrán con el precio del medicamento y ahora dicen que más de trescientos mil valencianos y valencianas que hacen gastar "mucho" en botica van a recibir cartitas de alerta a ver si podemos ahorrar algo de los 1.500 millones al año. ¿Pero por qué se lo cuentan a quien lo necesita y no a quien lo prescribe?

Al parecer, tamaña obsesión por enseñarte las cifras (bueno, algunas cifras) obedece a ese principio psicológico de andar por casa de que los bienes y los servicios se valoran más si se paga por ellos, o en su defecto si se conoce cuánto se pagaría por ellos si no los pagáramos a escote. A este argumento también podríamos contraponer que puede constituir tortura psicológica imbuir la sensación de culpa y la congoja del presunto derroche a quien ya tiene bastante cruz con su maquinaria averiada.

Desde luego, no está en manos de la humanidad doliente rebajar el precio de las pócimas, ni el uso racional de las costosísimas tecnologías (negocios privados casi todas, por cierto), ni la gestión más profesional y menos politizada de los centros públicos. Y ahora, para evitar el absurdo dispendio que pueden suponer las facturas en sombra se estudia la conveniencia de informar a través de paneles.

Ninguna pega, pero sí una sugerencia: si en el hospital me restriegan el precio del TAC al que me acaban de someter incluso a mi pesar, también me gustaría ver cartelones en otros muchos lugares donde se gasta a manos llenas y con bastante menos fundamento. Solo unos ejemplos: cuánto nos cuestan el aeropuerto de Castellón y Mundo Ilusión; cuánto los grandes eventos, los regalos de lujo y el choriceo de la depuradora, las florecitas de los puentes y el tupido bosque de farolas; cuánto las ocurrencias y nepotismos en el IVAM; o la Universidad Católica y la VIU amén de colegios privados; o Terra Mítica y la Ciudad de la Luz, las basuras de La Vega Baja, los fastos papales y el nuevo estadio del Valencia...

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Eso sí que son sombras. Y además habitadas por auténticos fantasmas.

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