Crítica:La cuenta atrás de los premios Goya

Críptico temblor

Entre el debut compartido de El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004) -película que, de modo algo errático, trasladaba a claves locales el modelo post-Saturday Night Live de Movida en el Roxbury (1998)- y la afirmación de un tono propio que supuso la posterior (y muy heterodoxa) Gente de mala calidad (2008), Juan Cavestany co-dirigió con David Serrano el corto El último golpe (2007), que podría leerse como singular punto de inflexión entre una vieja comicidad y su superación evolutiva. Los actores y las situaciones de El último golpe -que, sobr...

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Entre el debut compartido de El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo (2004) -película que, de modo algo errático, trasladaba a claves locales el modelo post-Saturday Night Live de Movida en el Roxbury (1998)- y la afirmación de un tono propio que supuso la posterior (y muy heterodoxa) Gente de mala calidad (2008), Juan Cavestany co-dirigió con David Serrano el corto El último golpe (2007), que podría leerse como singular punto de inflexión entre una vieja comicidad y su superación evolutiva. Los actores y las situaciones de El último golpe -que, sobre el papel, era la historia de un grupo disfuncional planeando un atraco (frustrado)- reaparecen en Dispongo de barcos, segundo largo en solitario de Cavestany y radical paso adelante en dirección al aislamiento autoral y el extrañamiento del público: la película, rodada en vídeo y en las afueras de la industria, le quita el aire a El último golpe y lo coloca en el centro de un extraño objeto que parece beber, al mismo tiempo, de los tebeos de Daniel Clowes, el teatro del absurdo y las vertientes más radicales del cine de Lynch: Dispongo de barcos es, en suma, el Inland empire (2006) del poshumor ibérico.

DISPONGO DE BARCOS

Dirección: Juan Cavestany.

Intérpretes: Antonio de la Torre, Roberto Álamo, Andrés Lima, Diego París.

Género: comedia. España, 2010. Duración: 68 minutos.

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El particular sentido de la comedia parece una destilación del que nutría Animalario, el montaje que dio nombre a la compañía teatral cuyo elenco llena de intensidad (y críptico temblor) a esta película que no es el único indicio de que algo se mueve bajo los radares del cine español: otros estrenos de esta semana -La noche en que murió Elvis y Esperando septiembre- también demuestran, por otros medios, que hay vida por debajo (o más allá) de la industria.

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