Crítica:DANZA

El tutú negro maquillado como arma política

Con mucho regusto por la autoflagelación y el martirologio, la puesta en escena de Steven Cohen es un decálogo de sus intenciones en la vida: si quieres llegar a algo, móntate en unas plataformas cuanto más altas y estrafalarias, mejor. Una cita concluyente del cuestionamiento de los géneros a la que no podía faltar Antony and The Johnson, que sirve el prólogo sonoro con su himno Some there some one.

El título hace alusión al Gólgota como lugar sacrificial (que viene del griego kranion, literalmente calavera). San Jerónimo atribuye el nombre a los muchos cráneos de crimina...

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Con mucho regusto por la autoflagelación y el martirologio, la puesta en escena de Steven Cohen es un decálogo de sus intenciones en la vida: si quieres llegar a algo, móntate en unas plataformas cuanto más altas y estrafalarias, mejor. Una cita concluyente del cuestionamiento de los géneros a la que no podía faltar Antony and The Johnson, que sirve el prólogo sonoro con su himno Some there some one.

El título hace alusión al Gólgota como lugar sacrificial (que viene del griego kranion, literalmente calavera). San Jerónimo atribuye el nombre a los muchos cráneos de criminales ajusticiados que había esparcidos en esa colina esparcidos. Es como si Steven Cohen pasara por allí y encontrara por fin los tacones de su vida. Era la "fossa infamia" o común, pero en eso hay mucho de leyenda (tal como Cohen quiere tejer una nueva alrededor suyo), pues ni siquiera el Gólgota está donde dicen que está. Nada es seguro, como las plataformas de marras, que adquieren un tipo de simbolismo siniestro, algo que va de lo macabro al esperpento, de la drag queen que exhibe sus máculas y su carne vencida al símbolo de la cruz, que finalmente es destruido, mancillado en una especie de alevosía lírica, de arrebato intelectual entre la pose de cisne moribundo y un maquillaje pedido prestado a la difunta Divine.

GOLGOTHA

Concepto, interpretación, escenografía y vestuario: Steven Cohen. Luces: Eric Houllier.

Vídeo: Marianne Greber, Joshua Thorson y Jonas Pariente. La Casa Encendida. Hasta el 10 de febrero.

El otro tutú es como un altar limeño: lo usa en el vídeo y que aparece en un maniquí giratorio a la manera de las bailarinas de las cajas de música. Resulta trágico, hace enmudecer. El movimiento de Cohen carece de exigencias tanto técnicas como formales; de hecho, elude todo compromiso con la expresión y se refugia en la zona del efecto plástico.

Desde las alturas, desde su Gólgota, la máscara se descompone y arrastra el frágil maquillaje de alas de mariposa: un efímero que busca otro, la acción que se basa en la acumulación extravagante deviene en desnudo barroco sobre un potro de tortura de fuerte connotación sexual. Todo es un complejo contestatario, político y provocativo, ya sea en la avenida de Broadway de Nueva York donde discurre el vídeo o en la escena en directo. La trastienda moral es el mercado del hombre más allá de sus huesos, anónimos o no.

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