Columna

Necesario pero poco atractivo

La Constitución material de España es la que es y viene expresándose políticamente de una manera estable en todos los procesos electorales que se han sucedido en el país, desde el fundacional del 15 de junio de 1977 hasta el último. A escala estatal hay dos bloques de magnitud similar, en Cataluña y País Vasco hay una importante presencia nacionalista y en Galicia, Canarias y algunas otras regiones también hay partidos que llegan a tener representación parlamentaria.

En el interior de los dos bloques estatales se ha producido un proceso de concentración. Completo en el bloque de derecha...

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La Constitución material de España es la que es y viene expresándose políticamente de una manera estable en todos los procesos electorales que se han sucedido en el país, desde el fundacional del 15 de junio de 1977 hasta el último. A escala estatal hay dos bloques de magnitud similar, en Cataluña y País Vasco hay una importante presencia nacionalista y en Galicia, Canarias y algunas otras regiones también hay partidos que llegan a tener representación parlamentaria.

En el interior de los dos bloques estatales se ha producido un proceso de concentración. Completo en el bloque de derecha, en el que el inicial partido de extrema derecha, AP primero y PP después, consiguió hacer desaparecer al partido de centro, UCD primero y CDS después, unificando la representación electoral del mismo. Menos completo en el bloque de izquierda, en el que el PCE primero e IU después no ha desaparecido, pero sí ha visto reducida su presencia hasta una posición marginal.

En circunstancias difíciles, la mayoría gubernamental no basta para dirigir el país

Con esta expresión electoral de la Constitución material se ha gobernado el país de una manera estable durante más de 30 años, habiéndose producido la alternancia en el poder en las dos direcciones posibles en dos ocasiones. Con gobiernos monocolores. Sin pactos de investidura o con ellos. La regla de la mayoría ha sido condición necesaria y suficiente para asegurar la dirección política del Estado.

Formalmente ha sido así. Materialmente, no tanto. En dos ocasiones al menos ha sido necesario ir más allá de la mayoría gubernamental en la dirección política del país. La primera, tras las elecciones de 1977, en pleno proceso constituyente, en el que hizo falta el concurso de todas las fuerzas políticas en los llamados Pactos de la Moncloa, a fin de que se crearan las condiciones que hicieran posible que España se constituyera democráticamente. La segunda, tras la crisis de UCD después del resultado del referéndum andaluz del 28 de febrero de 1980 y del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, que exigió la celebración de los Pactos Autonómicos de 1981 entre UCD y PSOE, a fin de definir la estructura del Estado dentro de las posibilidades y límites establecidos por la Constitución. En este segundo caso fue precisa además la colaboración del Tribunal Constitucional para resolver el recurso de inconstitucionalidad contra la LOAPA.

Quiere decirse, pues, que la expresión electoral de nuestra constitución material es suficiente para asegurar la dirección del país cuando nos encontramos en circunstancias no particularmente difíciles, pero no cuando estamos ante ellas. En tales casos la mayoría gubernamental no es suficiente. Es necesario incorporar a la acción de gobierno a las demás fuerzas políticas y a los agentes sociales para poder hacer frente a la situación de crisis.

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Lo estamos comprobando desde hace meses. Estamos ante una emergencia a la que no se puede hacer frente con la mayoría parlamentaria con la que se produce la investidura de un presidente del Gobierno y ante la que es preciso alcanzar acuerdos con las demás fuerzas políticas así como con los agentes económicos y sociales.

Tardó en verlo así el presidente del Gobierno, lo que le obligó a actuar prácticamente en solitario con la ayuda mínima de los partidos nacionalistas para que salieran adelante en el Congreso las reformas aprobadas por el Gobierno. Han tardado también en verlo los sindicatos, tras la doble experiencia de la huelga en la función pública y de la huelga general. Fue necesaria la renovación de la CEOE para que la patronal pudiera incorporarse al pacto. Y está por ver todavía dónde acaba situándose una pieza esencial del mismo como es el PP.

Las dificultades para pactar son mayores en este momento de lo que lo fueron en los Pactos de la Moncloa. Entonces era un pacto ilusionante, para hacer posible un proceso constituyente y para sentar las bases de un Estado social y democrático de derecho por primera vez en la historia de España. La situación era muy angustiosa, pero el horizonte era prometedor. La situación de hoy es menos angustiosa que la de entonces. España es una democracia consolidada, está en la Unión Europea y en el euro, es un país mucho más rico y más cohesionado que entonces, pero el futuro es mucho más incierto y menos prometedor. El pacto se proyecta más como un instrumento de defensa del pasado que como instrumento para ganar el futuro. Hay como un punto de resignación en las palabras de todos los que están participando hasta ahora en el pacto. No es fácil en estas condiciones que se genere la ilusión suficiente que facilita el acuerdo.

Pero esto es lo que hay.

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