Crítica:

Cabaret Coyote

Durante la edad de oro del musical americano, en las décadas de los treinta, cuarenta y principios de los cincuenta, lo lúdico siempre tenía preponderancia sobre lo trascendente. Espectaculares en sus vertientes polifónica y coreográfica, las historias no solían pasar de ser meros cuentos de amor, excusas argumentales para explotar gradualmente con un número para la historia. Unas fábulas que podían poseer una grandísima calidad (de El mago de Oz a Cantando bajo la lluvia), o ser una espectacular chorrada (de Brigadoon a El pirata).

Sin embargo, el Nuevo Holl...

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Durante la edad de oro del musical americano, en las décadas de los treinta, cuarenta y principios de los cincuenta, lo lúdico siempre tenía preponderancia sobre lo trascendente. Espectaculares en sus vertientes polifónica y coreográfica, las historias no solían pasar de ser meros cuentos de amor, excusas argumentales para explotar gradualmente con un número para la historia. Unas fábulas que podían poseer una grandísima calidad (de El mago de Oz a Cantando bajo la lluvia), o ser una espectacular chorrada (de Brigadoon a El pirata).

Sin embargo, el Nuevo Hollywood de finales de los sesenta y los setenta, con el Bob Fosse de Cabaret y All that jazz a la cabeza, cambió la cara del musical para siempre: todo se hizo más duro, más árido, más realista dentro de su evidente artificio. Por eso obras como Yolanda y el ladrón (1945) o Kismet (1955), ambas del maestro Vincente Minnelli, sólo se aguantan hoy día por dos aspectos fundamentales (y maravillosos): el encanto del clasicismo de aroma añejo, y sus sensacionales números de baile. Por eso no hay quien soporte hoy día una obra como Burlesque, vehículo al servicio de Cher y Christina Aguilera, porque tiene lo peor de aquellos (el elogio de la tontería como historia central), sin poseer lo mejor: virtudes vocales aparte, en los musicales modernos, gracias al arte de birlibirloque del montaje, nunca se sabe si los protagonistas bailan bien o no dan un paso al agua.

BURLESQUE

Dirección: Steve Antin.

Intérpretes: Christina Aguilera, Cher, Cam Gigandet, Stanley Tucci. Género: musical. EE UU, 2010. Duración: 119 minutos.

Segunda película del desconocido Steve Antin, Burlesque cuenta la sobadísima fábula de la chica de pueblo que viaja hasta la capital para conquistar la cima por medio de canciones, trabajo y simpatía. Sin embargo, diversos aspectos (interpretativos, técnicos y narrativos) provocan el descalabro: el aspecto físico de Aguilera, durísimo, antipático, quizá adecuado para interpretar a la arpía antagonista, pero nunca a la dulce protagonista; esa fotografía brumosa, heredera de la famosa media de Sara Montiel en el objetivo, que sólo parece enmascarar las cirugías de Cher; y una visión del sexo, de la bebida y de la juerga nocturna directamente monjil. Todo ello acaba provocando que, aunque la imagen de la película pretenda emular a Cabaret, todo recuerde demasiado al Bar Coyote.

Christina Aguilera (centro), en Burlesque.
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