Columna

Realidad y prejuicio

En los últimos 25 años, he tenido un número considerable de estudiantes europeos que acudieron a la facultad dentro del programa Erasmus. Con mucha diferencia, los mejores han sido los estudiantes italianos. Sé que los estudiantes italianos cuentan con la ventaja del idioma frente a sus compañeros de otros países del norte de Europa y, por lo tanto, cuando evalúo a unos y otros no puedo dejar de tomar en cuenta este dato. En consecuencia, no es la brillantez con que puedan expresarse en español lo que más tomo en consideración, sino el esfuerzo desarrollado, la asiduidad en la asistencia a las...

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En los últimos 25 años, he tenido un número considerable de estudiantes europeos que acudieron a la facultad dentro del programa Erasmus. Con mucha diferencia, los mejores han sido los estudiantes italianos. Sé que los estudiantes italianos cuentan con la ventaja del idioma frente a sus compañeros de otros países del norte de Europa y, por lo tanto, cuando evalúo a unos y otros no puedo dejar de tomar en cuenta este dato. En consecuencia, no es la brillantez con que puedan expresarse en español lo que más tomo en consideración, sino el esfuerzo desarrollado, la asiduidad en la asistencia a las clases y el acudir a consultas en el seminario, la lectura real y efectiva del material que se recomienda, en definitiva, la seriedad con que se enfrentan al reto de estudiar en un ambiente distinto de aquel en que se han formado. La diferencia entre los estudiantes italianos y los de los demás países, insisto, es notable. Los mejores alumnos que he tenido han sido todos italianos. Únicamente he tenido un alumno holandés que llegara a tener el nivel de los mejores alumnos italianos, que han sido bastantes. Ha sido una experiencia prolongada durante más de 20 años.

Y, sin embargo, estoy seguro de que si se hiciera una encuesta entre los ciudadanos en general y se les pidiera su opinión sobre los estudiantes de Alemania, Francia, Austria, Inglaterra, Italia... desde la perspectiva de su preparación, disciplina en el estudio, esfuerzo por llegar a un nivel sobresaliente... el resultado que se obtendría no coincidiría con la opinión que he tenido ocasión de formarme tras más de 20 años de relación con ellos.

Todos tenemos prejuicios. Me atrevería a decir que el prejuicio tiene más importancia que el juicio en la formación de la opinión de la mayor parte de los seres humanos. Es lo que intentó reflejar en cierta medida Gustave Flaubert en su Diccionario de lugares comunes, que constituye un estudio insuperable de la estupidez humana. Erradicar un lugar común es una tarea titánica. Y que nunca puede, además, darse por acabada, ya que la capacidad de reaparición del prejuicio, del lugar común, en cuanto se baja la guardia, es enorme.

Hay países y dentro de los países regiones que se benefician de prejuicios que les favorecen y otros países y regiones a los que les ocurre lo contrario. Modificar ese estatus favorable para unos y desfavorables para otros es una tarea titánica. Y sin embargo, para los que se encuentran en esta segunda posición, es imprescindible. Cada uno de nosotros es lo que es, pero es también lo que los demás piensan que somos. Y este segundo momento es decisivo para que cada uno pueda ser quien realmente cree que es. Sin cambiar la opinión que los demás tienen de nosotros es muy difícil, por no decir imposible, mejorar nuestra propia condición.

Esta es una tarea que no tiene fin y que exige, en primer lugar, una mirada hacia el interior de nosotros mismos, para no engañarnos sobre lo que realmente somos, pero que requiere también, en segundo lugar, no dejar pasar ni una sola ocasión de rebatir los tópicos, los lugares comunes que se ponen en circulación de manera interesada por quienes pretenden el mantenimiento del statu quo que a ellos les beneficia.

Siempre estuve en contra de la llamada deuda histórica, porque creí que nos perjudicaba desde la perspectiva de luchar contra los lugares comunes sobre Andalucía. La iniciativa que se ha presentado este pasado miércoles, por el contrario, me parece excelente. Andalucía tiene que hacerse visible tal como es, de tal manera que no sea la imagen tópica y prejuiciada que se tiene de ella la que nos defina.

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