Columna

Bastaría

La medida de este artículo es muy pequeña: apenas 30 líneas. Y, pese a ello, es un espacio privilegiado en el diario más importante de España. A veces, la conciencia de ese privilegio me abruma: ¿qué tema debería escoger? Denunciar determinado abuso, ¿ayudará a la víctima? ¿Se puede influir en lo que piensa la gente por medio de una columna? Lo dudo, pero aun así sientes la quizá absurda obligación de intentarlo. Hay días tan cargados de noticias que la urgencia de los temas te aturulla y llenarías el artículo con una simple lista de casos apremiantes, como si fuera un tablón de denuncias o un...

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La medida de este artículo es muy pequeña: apenas 30 líneas. Y, pese a ello, es un espacio privilegiado en el diario más importante de España. A veces, la conciencia de ese privilegio me abruma: ¿qué tema debería escoger? Denunciar determinado abuso, ¿ayudará a la víctima? ¿Se puede influir en lo que piensa la gente por medio de una columna? Lo dudo, pero aun así sientes la quizá absurda obligación de intentarlo. Hay días tan cargados de noticias que la urgencia de los temas te aturulla y llenarías el artículo con una simple lista de casos apremiantes, como si fuera un tablón de denuncias o un reivindicativo dazibao, el periódico mural chino. Y, así, ¿cómo no mencionar a Asia Bibi, la cristiana paquistaní que lleva año y medio encarcelada por un supuesto delito de blasfemia, y que será ahorcada por la barbarie extremista islámica si la presión internacional (justamente esta presión: escribir, hablar de ella) no lo remedia? O, en otro nivel, a Assange, a quien sin duda hay que apoyar, porque defender su libertad es defender nuestro derecho a la información.

Pero lo que hoy me ha removido más es un titular de EL PAÍS sobre Joan Vila, el terrible celador del geriátrico que asesinó con lejía a 11 ancianos: "Llevaba 20 años en tratamiento psiquiátrico sin que nadie detectase sus pulsiones homicidas". Impecablemente informativo, desde luego. Y, sin embargo... ¿no abunda esta frase en el pánico irracional que tenemos a la locura? ¿En el anatema de la enfermedad mental? Con comentarios así, ¿quién se va a atrever a confesar que lleva tantos años de tratamiento psiquiátrico (aparte de Woody Allen, desde luego)? Ojalá este artículo sirva para recordar que la media de actos violentos cometidos por personas con desequilibrio mental es inferior a la causada por los normales. Y que la maldad no tiene que ver con la locura. Sí, bastaría con que este texto sirviera para eso.

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