Columna

Ojo con las municipales

En 2005, las elecciones autonómicas auparon a la izquierda a la Xunta, interrumpiendo así más de tres lustros de sucesivos Gobiernos de la derecha encabezados por Manuel Fraga. Dos años después, en las elecciones municipales celebradas en 2007, la izquierda renovó la confianza de la ciudadanía y conquistó la mayoría de las más importantes alcaldías del país y dejó al PP como fuerza marginal en el ámbito municipal. Todo parecía indicar que estábamos en los albores de un nuevo y largo ciclo político protagonizado por la izquierda. Sin embargo, contra la mayoría de los pronósticos, el PP recuperó...

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En 2005, las elecciones autonómicas auparon a la izquierda a la Xunta, interrumpiendo así más de tres lustros de sucesivos Gobiernos de la derecha encabezados por Manuel Fraga. Dos años después, en las elecciones municipales celebradas en 2007, la izquierda renovó la confianza de la ciudadanía y conquistó la mayoría de las más importantes alcaldías del país y dejó al PP como fuerza marginal en el ámbito municipal. Todo parecía indicar que estábamos en los albores de un nuevo y largo ciclo político protagonizado por la izquierda. Sin embargo, contra la mayoría de los pronósticos, el PP recuperó la Xunta en las elecciones de 2009, y ahora, al calor de la crisis que atraviesa el Partido Socialista en todo el país, se considera en condiciones de disputarle a la izquierda el poder municipal que todavía esta mantiene en sus manos.

Para evitar el batacazo, el PSdeG no puede limitarse a seguir el rebufo de Zapatero

Ciertamente, los datos demoscópicos que se van conociendo deberían preocupar muy seriamente al PSdeG y al Bloque. El domingo pasado, este mismo diario publicaba una encuesta según la cual de celebrarse hoy elecciones generales el Partido Socialista sufriría un auténtico descalabro, situándose a 19 puntos porcentuales del PP. La situación se agrava para el PSOE si se considera que la encuesta revela que una parte importante de los anteriores votantes socialistas, que se refugiaban en la abstención a la espera de acontecimientos, se decantan ahora por otras fuerzas políticas (IU, PP, UPyD y nacionalistas) dificultando enormemente que el Partido Socialista puede reunificar su bloque social y electoral.

Todo ello es el resultado de un largo proceso histórico que, por supuesto, no afecta solo a España. En efecto, hace unas décadas, un grupo de economistas encabezados por Milton Friedman elaboró una nueva doctrina según la cual el mundo, tras milenios de pobreza, era por fin rico. Eso se debía, según Friedman, a que se había inventado un motor eficaz, el capitalismo y la libre empresa, y un potente carburante, el beneficio. Y cuantos más beneficios se consiguiesen mayores serían los logros del sistema. Había que librarse, pues, de los impuestos y de los obstáculos que para el mercado representan los servicios públicos o la Seguridad Social. El equilibrio alcanzado por el mercado es el mejor posible y cualquier intervención pública solo puede deteriorarlo. Este era el núcleo duro del discurso de Friedman y sus amigos, que en un tiempo récord logró la adhesión de los patronos, las principales fuerzas políticas y los Gobiernos.

Treinta años después, los ricos se han enriquecido todavía más, las desigualdades se han profundizado, la pobreza ha reaparecido masivamente en los países desarrollados, la protección social se deteriora en todas partes, el agotamiento de recursos y la contaminación prosperan irremisiblemente, el sistema se ha vuelto inestable y después de seis crisis regionales ha desembocado en una crisis general en la que ahora estamos inmersos. Tal es el legado del neoliberalismo.

Sin embargo, pese al estrepitoso fracaso de las políticas y de los valores neoliberales, la izquierda ha sido incapaz de realizar un análisis serio de la crisis y de formular un proyecto y un discurso alternativos. Por eso, aunque parezca paradójico, están en alza en toda Europa fuerzas políticas que, como el PP, han contribuido a gestar e incubar la crisis que nos asuela. Y por esa misma razón, fuerzas como el PSOE están sumidas en una grave crisis política y de identidad.

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Se me objetará, no sin razón, que la experiencia demuestra fehacientemente que el electorado se comporta de forma muy distinta según las elecciones de las que se trata. Pero también es cierto que, cuando un partido está en alza, tal hecho influye positivamente, con diferente intensidad según las circunstancias, en todo tipo de elecciones a las que concurra dicho partido. Y, por el contrario, cuando una fuerza política está en horas bajas tal circunstancia influye negativamente en sus resultados. Ciertamente, en unas elecciones más que en otras, pero siempre negativamente. Y el PSOE se encuentra precisamente en esa situación.

Así las cosas, si el PSdeG quiere evitar un batacazo municipal ha de ser consciente de que no puede limitarse, como hasta ahora, a seguir el rebufo de Zapatero. Pero la posibilidad de victoria de la izquierda en las municipales requiere además que el Bloque no se desplome. Al contrario, es imprescindible que supere su crisis, recupere el impulso político y movilice a una parte de su electorado que hace algún tiempo, sobre todo en las ciudades, le es esquivo. Así está el paisaje antes de la batalla. ¡Ojo!.

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