Columna

Cajas, rating y fondos europeos

La crisis ha disparado el número de asuntos abiertos en la agenda económica. Comencemos con la fusión de las cajas de ahorro gallegas, que tan lejos se veía hace apenas un par de años. Y se veía lejos no solo porque por el tamaño y eficiencia de Caixanova y Caixa Galicia la operación no parecía necesaria. El problema de fondo se hallaba en la unión de norte y sur, en la necesidad de superar localismos y egos para construir una gran caja gallega. Alguna vez conoceremos los entresijos de la operación. Lo que sí sabemos hoy es que la fusión ha sido un triunfo de la sociedad civil, de los partidos...

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La crisis ha disparado el número de asuntos abiertos en la agenda económica. Comencemos con la fusión de las cajas de ahorro gallegas, que tan lejos se veía hace apenas un par de años. Y se veía lejos no solo porque por el tamaño y eficiencia de Caixanova y Caixa Galicia la operación no parecía necesaria. El problema de fondo se hallaba en la unión de norte y sur, en la necesidad de superar localismos y egos para construir una gran caja gallega. Alguna vez conoceremos los entresijos de la operación. Lo que sí sabemos hoy es que la fusión ha sido un triunfo de la sociedad civil, de los partidos que la apoyaron, de los directivos de ambas cajas que la respaldaron y del Gobierno gallego, personalizado en la Conselleira de Facenda y el propio presidente. Sin duda este su principal activo del balance en lo que llevamos de legislatura. Rompiendo con la hoja de ruta que se trató de imponer desde Madrid, hemos sido capaces de superar el primer momento crítico en la reordenación del mapa de cajas. No va a ser el último.

Hay que valorar si los proyectos que se hacen con financiación privada valen la pena

La inminencia de una segunda ola de fusiones y el riesgo de que al menos una parte de las cajas se transmute en bancos están ahí. Por eso debemos concentrarnos en apuntalar la fusión y en acelerar la aparición de sinergias. Y por eso deberíamos censurar la reavivación de los fuegos localistas al abrigo de las elecciones del próximo mayo y de las polémicas sobre si ha ganado A Coruña o Vigo. La gente debería empezar a coger el tren A Coruña-Santiago (el más avanzado de los que conforman el anillo urbano) para empezar a darse cuenta de que somos demasiado pequeños y estamos demasiado cerca para perder el tiempo jugando a eso.

Esta semana la prensa se hizo eco de la rebaja del rating a la Administración autonómica gallega. No es buena noticia, porque eso se va a traducir en un ligero aumento del coste de la deuda y de las dificultades para encontrar prestamistas. Sin embargo, no es una noticia inesperada y debe ponerse en perspectiva. No es inesperada, porque la crisis económica ha debilitado los ingresos ordinarios y elevado el déficit, con lo cual el endeudamiento ha aumentado y la base de recursos para hacer frente a los pagos correspondientes se ha estrechado. De hecho, vaticino que en los próximos meses habrá nuevas rebajas del rating de Galicia, porque no hemos tocado fondo en el ámbito presupuestario.

La visión optimista es que la tormenta escampará y los ratings volverán a mejorar a partir de 2012, que otras comunidades autónomas están peor que nosotros y que algunos datos disponibles apuntan a que probablemente el agujero que suponen las "facturas en el cajón" sea un problema comparativamente menor en Galicia. Lo más preocupante a mi juicio es el recurso a la financiación público-privada de infraestructuras, por lo que suponen en términos de coste futuro. Necesitamos más información para valorar si los proyectos que se están acometiendo valen la pena, si nos van a resultar excesivamente costosos respecto a una financiación presupuestaria tradicional y, en consecuencia, si no sería mejor descartar o aplazar proyectos hasta que sean financieramente asumibles por el presupuesto autonómico.

Finalmente, es una buena noticia que Galicia haya comenzado ya la campaña a favor de que la política regional europea beneficie a Galicia también en el septenio 2014-2020. Aunque superaremos claramente el criterio del 75% del PIB comunitario, se mantienen déficits de desarrollo que exigen esfuerzos adicionales. Por supuesto, esta demanda es compatible con la que deberíamos liderar en lo que atañe al Fondo de Cooperación Interterritorial, instrumento financiero que recoge la Constitución y que progresivamente ha perdido fuelle en cuanto a su capacidad real de financiar el desarrollo. En cualquier caso, la Xunta debería ser capaz de gestionar mejor esos fondos. Pese a la mejora que parece percibirse a partir de 2007, existe un margen notable para invertir mejor. La Xunta debería hacer evaluaciones ex ante rigurosas para evaluar la rentabilidad social de los proyectos que apoya. Los instrumentos técnicos están disponibles.

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