Columna

¿Autopista de Galicia?

Escribe Pedro Rey en uno de los pequeños ensayos que componen el libro Autonomía e modernidade en Galicia (Galaxia, 2009, coordinado por Ceferino Díaz): "Los avances en la red viaria y en las comunicaciones por autovía con Madrid hacen más chocante la inexistencia de una vía de alta capacidad gratuita entre A Coruña y Vigo". Es un shock que, por mi parte, se hace mayor cada vez que pago el peaje de la Autopista del Atlántico. Mi natural espíritu fenicio, egoísta e interesado, me dice que algo no va bien cuando cada vez que uno quiere moverse un poco tiene que apoquinar cuantiosos...

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Escribe Pedro Rey en uno de los pequeños ensayos que componen el libro Autonomía e modernidade en Galicia (Galaxia, 2009, coordinado por Ceferino Díaz): "Los avances en la red viaria y en las comunicaciones por autovía con Madrid hacen más chocante la inexistencia de una vía de alta capacidad gratuita entre A Coruña y Vigo". Es un shock que, por mi parte, se hace mayor cada vez que pago el peaje de la Autopista del Atlántico. Mi natural espíritu fenicio, egoísta e interesado, me dice que algo no va bien cuando cada vez que uno quiere moverse un poco tiene que apoquinar cuantiosos euros en una cosa que podría haber estado ya amortizada o a punto de hacerlo -la concesión tenía que finalizar en 2013- y que tendrá que seguir haciéndolo religiosamente hasta que la palme -dicho sea con todos los respetos a mí mismo-.

El peaje de la autopista entre A Coruña y Vigo desincentiva la economía y evita sinergias internas

Esa autopista, el principal nervio del país, es hoy propiedad del Citibank, con una cierta participación de las dos Caixas gallegas y de la asturiana. Pero hagamos historia. Fue en el año 2000, con Fraga en la Presidencia y Álvarez Cascos en Fomento, que se le amplió el margen de concesión a Audasa hasta la exorbitante cifra de 25 años. Hasta el 2048, para ser exactos, fecha en la que veremos si todavía queda mundo o ya ha sido arrasado por los mercados bárbaros. Más tarde, en 2003, y ya con Núñez Feijóo en la Consellería de Ordenación Territorial, también el Gobierno Aznar privatizó la Empresa Nacional de Autopistas, sin que a nuestro actual presidente se le oyera protesta alguna por algo que perjudicaba los intereses del país y que no estaba justificado por las parcas contrapartidas. A saber qué habría de fondo. Sabemos, desde luego, que esa vía le ha dado desde entonces beneficios sin cuento a Sacyr Villahermoso y a cualquiera que haya tenido que ver con ella. Para más inri, las administraciones públicas subvencionan la gratuidad del peaje de Rande recibiendo así cantidades adicionales. Un chollo, vaya.

Revertir al dominio público esa autopista sería hoy una propuesta que enarcaría las cejas de todo el mundo, en un momento de gran necesidad y urgencia. Pero conviene subrayar cómo en los años de vacas gordas hubo gobernantes ¡Feijóo estaba allí! que tomaron o dejaron tomar decisiones muy discutibles y no explicadas. Ahora reclama austeridad pero tiene responsabilidad en excesos pasados y ha transferido, como consecuencia de decisiones de la Administración, recursos al sector privado a costa de los probos ciudadanos que tienen la necesidad o el gusto de viajar. Además, ese peaje desincentiva nuestra economía y evita sinergias internas. Claro que en este asunto, como en otros, surge una y otra vez el problema de una prensa dependiente de los dineros públicos y obsequiosa con los intereses privados. Y los 440.000 euros de facturación diaria de Audasa -según cálculos aparecidos en la prensa el pasado año- no son ninguna tontería. Es una de las autopistas más rentables de España.

En todo caso, siempre cabría estudiar la opción de esa vía de alta capacidad y gratuita que Pedro Rey reclama como un pilar fundamental para el desarrollo de Galicia. Es una idea que este Gobierno, huérfano como está de ellas, podría considerar. No todo va a ser cerrar comedores escolares o ir a Roma a visitar al Papa con la novia. Su fundamento es obvio y ha sido ya señalado mil veces hasta la saciedad: dado que no tenemos una gran ciudad que sirva de polo de atracción, al estilo de Madrid o Barcelona, nos conviene a todos que Galicia, sin demérito de su diversidad, funcione a escala como una sola masa crítica. Para competir con las global cities hay que hacer piña. No hace falta leer a Castells o a Peter Hall para llegar a esta conclusión. El viaje a Santiago está bien para ponernos en el mapa, pero no basta. Si el Gobierno, los empresarios, las fuerzas políticas y sindicales, identificasen e interiorizasen las líneas de fuerza de los intereses gallegos mejor nos iría a todos. Se podría empezar por preguntarle a aquellos que tienen ideas...

Pues lo cierto y verdad es que este gobierno carece de ellas y pregunta poco o nada. Puede ser que tenga algún proyecto, pero en ese caso se cuida muy mucho de exhibirlo en público. Lo suyo es practicar un thatcherismo autonómico al azar. El goteo de noticias va siempre en la misma dirección: recorte de fondos. Como señala Antón Losada la tijera se mete tan a ciegas como antes se hacían las inversiones. Y así no hay manera de que un país despegue. Ciertamente, no es una buena época la que les ha tocado, pero incluso así podría esperarse algo más de ellos. Su política es meramente ideológica, dentro de la ortodoxia de derechas que hoy impera -se anuncia un gran vuelco en España por ese lado- en la esperanza, es de suponer, de que eso no les arrebate el voto centrista. Por el momento les beneficia el ciclo, pero todo es mudanza y nada puede estar seguro en 2013.

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