Crítica:MÚSICA | Standstill

Adelante, Montefusco

A ver quién se atreve a llamar perezosos a los músicos. El catalán Enric Montefusco, de 32 años, se levantó ayer a las siete de la mañana. A las ocho ya estaba cargando los bártulos hacia el Circo Price para el concierto. "Y nos ha pasado de todo: tenemos un técnico en el hospital y se nos ha caído un proyector desde un quinto piso". El madrugón y las catástrofes han merecido la pena, porque lo que tiene entre manos Montefusco, y su banda Standstill, es bueno y realmente merece la pena.

Lo demostraron anoche en el Circo Price, en el Festival Trànsit, organizado por el Institut Ramón Llu...

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A ver quién se atreve a llamar perezosos a los músicos. El catalán Enric Montefusco, de 32 años, se levantó ayer a las siete de la mañana. A las ocho ya estaba cargando los bártulos hacia el Circo Price para el concierto. "Y nos ha pasado de todo: tenemos un técnico en el hospital y se nos ha caído un proyector desde un quinto piso". El madrugón y las catástrofes han merecido la pena, porque lo que tiene entre manos Montefusco, y su banda Standstill, es bueno y realmente merece la pena.

Lo demostraron anoche en el Circo Price, en el Festival Trànsit, organizado por el Institut Ramón Llul, de Barcelona, que hasta el 30 de octubre traerá a Madrid una representación de la cultura catalana en música, cine y circo. Así presentaron su espectáculo Rooom (con tres oes), una personalísima y eficaz puesta en escena de su último disco, Adelante, Bonaparte. Un álbum triple conceptual de 20 canciones, que es una fábula circular sobre la vida de un personaje llamado Bonaparte (¿Montefusco?), el desconcierto generacional y, sobre todo, una épica contra el desaliento. Y aunque lo del disco conceptual pueda sonar al paleolítico, es la puesta en escena y las canciones lo que aquí marcan la diferencia.

Imaginen: la banda, casi de espaldas al público y con las luces apagadas, toca todas las canciones del disco (y por orden) con tres pantallas que proyectan imágenes de los tres actos en forma de viaje en el tiempo (infancia, madurez y futuro). Todo resulta emocionante e intenso. Pero es que ellos son así y lo lucen con orgullo. Lo que diferencia a Standstill de otros grupos es que no les basta con enseñar y tocar sus canciones, sino también exprimirlas y sacarles toda la esencia. A eso, y pese al halo de pretenciosidad aparente, se le llama transmitir, y lo demás es tontería. Anoche lo consiguieron durante la hora y media de concierto, ante un Price casi lleno (800 personas).

Quizá sus canciones no sean tan fáciles de entender como las de Bisbal o Merche (respetos al máximo, claro). Lo suyo es pop a veces ambiental y progresivo, también evocador y artesanal y siempre iconoclasta, que traspasa los límites del underground. Por eso Standstill acaban de subir un escalón y lo del éxito minoritario suena ya a estas alturas estúpido.

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