Columna

Alianzas contra la resignación

George Orwell nos advirtió que "ver lo que tenemos delante exige una lucha permanente". Desde el 1-M, en el PSdeG y en el BNG la digestión de la derrota se acompañó de una extraviada cartografía de espejismos. Hace poco más de un año, Manuel Vázquez, secretario general del PSdeG, sentenciaba: "No habrá más bipartitos". Y dejaba una declaración de principios gratuita: "El PSdeG no es partido de coaliciones". Nacía así el vazquismo 2.0 que compartía ADN estratégico con la doctrina con la que, en los orígenes de la era Fraga, Francisco Vázquez convirtió al PSdeG en una acomodado y muy leal comple...

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George Orwell nos advirtió que "ver lo que tenemos delante exige una lucha permanente". Desde el 1-M, en el PSdeG y en el BNG la digestión de la derrota se acompañó de una extraviada cartografía de espejismos. Hace poco más de un año, Manuel Vázquez, secretario general del PSdeG, sentenciaba: "No habrá más bipartitos". Y dejaba una declaración de principios gratuita: "El PSdeG no es partido de coaliciones". Nacía así el vazquismo 2.0 que compartía ADN estratégico con la doctrina con la que, en los orígenes de la era Fraga, Francisco Vázquez convirtió al PSdeG en una acomodado y muy leal complemento del PPdeG.

La terca realidad electoral predecía que la nueva doctrina vazquista no le había de dar al PSdeG mayores beneficios que la doctrina Vázquez 1.0 que, al negarse por activa o por pasiva a cualquier acuerdo con el BNG, únicamente servía para engordar estratégicamente la hegemonía del PP. Tardó en llegar la rectificación. El pasado 25 de septiembre, Pachi Vázquez, en declaraciones a EL PAÍS, decidió cancelar el vazquismo 2.0: "Tenemos que aliarnos todo el centroizquierda de este país para echar a Feijóo y cambiar este Gobierno. El objetivo es que las 800.000 personas que votaron a opciones distintas del PP decidamos entre la resignación y la batalla".

PSdeG y BNG deben firmar un acuerdo preelectoral con objetivos compartidos en los ayuntamientos

De la acertada declaración a lograr cuajar la alianza del centroizquierda contra la resignación hay un largo trecho y no es la primera vez que los cálculos domésticos se imponen a la inteligencia estratégica en el PSdeG y en el BNG. Entre los socialistas no faltará quien insista en la necesidad de ofrecerse como fuerza autónoma, libre de toda atadura del nacionalismo minoritario, para subrayar su vocación de gobierno mayoritario, más aún en unas elecciones locales donde su tradición municipalista garantizó (casi) siempre una sólida ventaja electoral al PSdeG frente al BNG. Manuel Vázquez tendrá que esforzarse por convencer a muchos de los suyos de que lo mejor no puebe estar reñido con lo bueno.

En el BNG no reina la concordia y defender expresamente un acuerdo con el PSdeG no está en la agenda de ninguno de los jefes de fila de las familias nacionalistas. La guerra fría que domina la vida interna del Bloque no favorece que ninguna de las partes tome la iniciativa para esclarecer su política de alianzas. Los dirigentes nacionalistas ven en la impopularidad de las (contra)reformas laborales y sociales de Zapatero y en su previsible declive electoral una excelente oportunidad para acortar la distancia que los separa del PSOE en las urnas. Los acuerdos de colaboración gubernamental con los socialistas son una inevitable consecuencia de la aritmética electoral, no una estrategia deseada y nada cambiará hasta que se convenzan de que que las cosas le vayan mal al PSOE no significa, necesariamente, que le vayan a ir mejor al BNG.

El PSdeG y el BNG aún no lo saben pero acudirán las elecciones en coalición, serán los bipartitos que es justo y necesario derrotar. Los amigos mediáticos del PP no se van a cansar de proclamar que el único gobierno legítimo es el de la lista más votada y que toda otra fórmula es un fraude. El manual de campaña ya está escrito y Núñez Feijóo lo escenificó recientemente en Silleda llamando a la guerra santa contra los bipartitos para convencerse, y convencer a los gallegos de orden, de que los ayuntamientos atraviesan momentos difíciles y no pueden dejarse en manos "de los dobles gobiernos, de los dobles asesores ni de los dobles logotipos".

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Si el PSdeG y el BNG no son capaces de presentar a los ciudadanos una oferta de coalición en positivo, el PPdeG impondrá cómodamente su imaginario de las coaliciones como engaño electoral y como gobiernos de la ineficacia y el despilfarro. El problema no se resuelve con un arreglo postelectoral, es necesario un acuerdo preelectoral en el que socialistas y nacionalistas se fijen objetivos políticos compartidos para los ayuntamientos gallegos, un acuerdo transparente en términos programáticos y una oferta abierta para que sean los ciudadanos, votando a las candidaturas del BNG y del PSdeG, quienes determinen el peso que cada formación tendrá en la gestión de ese programa de cambio político. Se le pueden dar muchas vueltas dialécticas, pero si se desea un nuevo Gobierno gallego en 2013 que no pase por el Partido Popular, no hay otra vía que sumar las fuerzas que quieren el cambio político, social y económico en Galicia y reilusionar a miles de electores que se afiliaron al Partido de la Abstención en 2009. Hay otros mundos, pero están en éste. Lleva razón Paul Eluard. Y Pachi Vázquez. Hay que dar la batalla o resignarse.

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