MÚSICA

La noche que recordamos a Carlos Berlanga

Organizar un concierto con nueve bandas tocando cada una un tema es lo más parecido al infierno. Ayer en Joy Eslava, el homenaje a Carlos Berlanga salvó la prueba con éxito. Cierto que el ritmo fue lento, dos horas y media para escuchar nueve canciones, pero es el precio de intentar salvar lo insalvable. Se presentaba Viaje satélite alrededor de Carlos Berlanga, un coqueto librodisco en el que 22 artistas independientes españoles versionean canciones de la larga carrera de una de esas figuras que el tiempo ha engrandecido. Porque cuando el tercer hijo del cineasta Luis García Berlanga, ...

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Organizar un concierto con nueve bandas tocando cada una un tema es lo más parecido al infierno. Ayer en Joy Eslava, el homenaje a Carlos Berlanga salvó la prueba con éxito. Cierto que el ritmo fue lento, dos horas y media para escuchar nueve canciones, pero es el precio de intentar salvar lo insalvable. Se presentaba Viaje satélite alrededor de Carlos Berlanga, un coqueto librodisco en el que 22 artistas independientes españoles versionean canciones de la larga carrera de una de esas figuras que el tiempo ha engrandecido. Porque cuando el tercer hijo del cineasta Luis García Berlanga, miembro fundacional de la movida más eufórica, desde Kaka de Luxe hasta Dinarama, pintor, diseñador, músico, compositor y letrista falleció en 2002, a los 42 años, de una enfermedad del hígado, era un personaje menor. Desde que, en 1990, había abandonado a sus compañeros Alaska y Nacho Canut para emprender una carrera en solitario, todo había sido una cuesta abajo. Pero solo a nivel de popularidad. De su influencia a largo plazo da fe el llenazo de ayer, aunque fuera un concierto gratuito y lo variopinto de los participantes.

La primera parte fue acústica, una dulce Annie B. Sweet, una fría La Bien Querida y una Bebe que nos ha descubierto que ¿A quién le importa? tiene alma de tango porteño. La segunda, petarda, con los maravillosos Hidrogenesse, las horripilantes Nancys Rubias y Fangoria interpretando En el volcán, una canción que siempre pareció de Dinarama. Y la tercera, indie, con los divertidos Acusicas, Napoleón Solo y, al final, Los Planetas convirtiendo El verano más triste en una cacofonía de las suyas. Tuvo todo un aire desmañado y amateur, de fiesta de admiradores. Fue divertido. No hacía falta más.

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