Crítica:TEATRO

Los veraneantes

Del estío al hastío solo hay un paso: los protagonistas de Veraneantes, de Gorki, se aburren mortalmente durante sus vacaciones eternas. Para los de La trilogía del veraneo, de Goldoni, los amoríos estivales preludian un fastidioso matrimonio de conveniencias. Los de Días estupendos, en cambio, no tienen tiempo que perder ni formas que guardar: quieren sacarle todo el partido a esos quince días que, estadísticamente, salimos hoy de veraneo por término medio. Alfredo Sanzol, su autor, recrea con humor vitriólico una sucesión de escenas breves de playa y montaña, cada una co...

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Del estío al hastío solo hay un paso: los protagonistas de Veraneantes, de Gorki, se aburren mortalmente durante sus vacaciones eternas. Para los de La trilogía del veraneo, de Goldoni, los amoríos estivales preludian un fastidioso matrimonio de conveniencias. Los de Días estupendos, en cambio, no tienen tiempo que perder ni formas que guardar: quieren sacarle todo el partido a esos quince días que, estadísticamente, salimos hoy de veraneo por término medio. Alfredo Sanzol, su autor, recrea con humor vitriólico una sucesión de escenas breves de playa y montaña, cada una con protagonistas diferentes, en las que la distancia entre hijos y padres, el reencuentro con la familia extensa y la convivencia con desconocidos provocan choques frontales, romances flamígeros y rupturas imprevistas.

DÍAS ESTUPENDOS

Autor y director: Alfredo Sanzol. Intérpretes: Paco Déniz, Juan Antonio Lumbreras, Elena González, Pablo Vázquez y Natalia Hernández. Teatro Valle-Inclán, sala Nieva. Hasta el 31 de octubre.

La luz fría y la escenografía única lo impregnan todo de extrañeza

Por este cabaré cómico con empaque desfilan un etarra excarcelado, de vuelta a su pueblo natal; unos enamorados decididos a separarse preventivamente, para no vivir el declive de su pasión; una pareja que alquila una casa rural con sorpresa incluida... La luz fría de Baltasar Patiño y la escenografía única hiperreal de Alejandro Andújar (una explanada con roble centenario, colgada sobre un valle feraz) lo impregnan todo de extrañeza, especialmente las escenas playeras, cuyos protagonistas en bañador parecen alienígenas en medio del paisaje serrano.

Sanzol (Madrid, 1972) tiene oído para el habla popular. Escribe las escenas in crescendo y las dirige con musicalidad. Sus diálogos, rítmicos y chispeantes, aventajan con creces a sus soliloquios: el monólogo de la madre al niño del que está embarazada (cuya ironía, de haberla, no pillé), el del saltamontes y los de la pareja de veraneantes en Nueva York resultan un tanto prolijos.

El afinadísimo trabajo de los cinco intérpretes y la sintonía que hay entre ellos y su director imprime carácter a Días estupendos. Sin mover apenas un músculo, Natalia Hernández da una lección de escucha valorativa en el papel de la madre a la que su esposo (Juan Antonio Lumbreras) lee la carta que su niño les envía desde un campamento escolar: primero se la ve feliz; escamada luego, cuando el chaval le cuenta que su monitora Idoia anda todo el día en sujetador; molesta, cuando le dice lo mucho que quiere a Idoia, y finalmente, descompuesta ante una sorpresiva decisión tajante del chico.

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Elena González, Paco Déniz, Pablo Vázquez y los mencionados Hernández y Lumbreras tienen cada uno sus momentos de gloria, pero hacen también un trabajo coral atento al contrapunto cómico y al detalle dramático. Sanzol los hace saltar de un personaje a otro sin que abandonen el escenario, para evitar tiempos muertos. Dias estupendos es un espectáculo ágil y divertido, que no es poco, pero al que no hay que pedirle otra cosa.

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