Crítica:TEATRO

Un obús en el corazón

Incendies es una ecuación emocionante. Está escrita con la lógica de un teorema, pero tiene la virtud de suspender el ánimo y el tiempo. Es visceral y cartesiana a la vez: aunque va directa al corazón, resiste un análisis riguroso. Se puede ver y rever porque es única en su género: una tragedia como no se escriben en esta época donde todo se mira bajo una óptica dramática y cortoplacista. Incendies muestra el mundo con perspectiva, como Edipo rey, y cifra el valor del hombre en el valor espiritual de su herencia: somos lo que transmitimos.

Wajdi Mouawad, su autor, h...

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Incendies es una ecuación emocionante. Está escrita con la lógica de un teorema, pero tiene la virtud de suspender el ánimo y el tiempo. Es visceral y cartesiana a la vez: aunque va directa al corazón, resiste un análisis riguroso. Se puede ver y rever porque es única en su género: una tragedia como no se escriben en esta época donde todo se mira bajo una óptica dramática y cortoplacista. Incendies muestra el mundo con perspectiva, como Edipo rey, y cifra el valor del hombre en el valor espiritual de su herencia: somos lo que transmitimos.

Wajdi Mouawad, su autor, habla de la guerra del Líbano con el empaque mítico con que Eurípides habla de la de Troya. Nawal, su heroína, tiene la envergadura de Yocasta y un destino trágico parejo, inspirado en el de una libanesa con nombre y apellidos. En Incendies no hay un gramo de retórica, ni oscuros, ni cambios de decorado, ni tiempos muertos. Es todo peripecia: una espiral de revelaciones que desemboca en una anagnórisis purificadora. Mouawad (Beirut, 1968) habla sobre el amor materno, la naturaleza contagiosa del mal, la ocultación de la verdad histórica y personal, la necesidad de averiguar lo sucedido y el poder balsámico del perdón: "Ahora que estamos juntos, todo va mejor", repite Nawal como un mantra.

INCENDIES

Autor y Director: Wajdi Mouawad. Matadero. Hasta el 3 de octubre.

La diferencia entre esta obra y otras que prospectan temas de calado sin hallar la anhelada veta estriba en que su autor habla por experiencia propia y en su talento demiúrgico para poner en escena simultáneamente con claridad expositiva plena lo pasado y lo presente, lo acontecido en un lugar y a 3.000 kilómetros, el mundo de los vivos y el de los muertos.

En Mouawad confluyen el poeta y el director. ¡Y qué director! A mitad de cada escena hace entrar a los personajes de la siguiente, para que todo avance como un alud. Aquí se llora, se ríe brevemente con las intervenciones de Hermile Lebel, bufón shakespeariano, y se admira a Gérald Gagnon cuando nos estremece con un monólogo dicho de espaldas, desafiando el primer mandamiento de la teatralidad revelada. Habría que mencionar a todos sus compañeros, pilotos kamikazes en un catártico río de lava. Incendies es un espectáculo esencial que parte del público no vio en condiciones por el mal diseño del graderío de la recién abierta segunda sala del Matadero.

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