Crítica:TEATRO | UNA RELACIÓN PORNOGRÁFICA

Sexo sentimental

Teatralizar una película es más difícil que filmar una comedia, porque implica contar lo mismo con menos medios. En la versión fílmica de Una relación pornográfica, el director Frédéric Fonteyne utiliza un arsenal de primeros planos y de cambios de encuadre y escenario. La versión teatral, diez veces más austera, se sustenta solo en el trabajo interpretativo contenido de Juan Ribó y de Pastora Vega, que encarnan a una mujer todavía joven deseosa de materializar una fantasía sexual largamente anhelada y a un hombre que responde a su anuncio por palabras.

Philippe Blasband, su auto...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Teatralizar una película es más difícil que filmar una comedia, porque implica contar lo mismo con menos medios. En la versión fílmica de Una relación pornográfica, el director Frédéric Fonteyne utiliza un arsenal de primeros planos y de cambios de encuadre y escenario. La versión teatral, diez veces más austera, se sustenta solo en el trabajo interpretativo contenido de Juan Ribó y de Pastora Vega, que encarnan a una mujer todavía joven deseosa de materializar una fantasía sexual largamente anhelada y a un hombre que responde a su anuncio por palabras.

Philippe Blasband, su autor, expone con sensibilidad la arriesgada primera cita de los amantes, la manera en que cada uno testa las intenciones del otro, su deseo de gustar y su manera de comprobar si están gustando, los resultados de sus primeros encuentros sexuales y su complicidad incipiente. La escena donde ella le pregunta si alguna vez le declaró su amor a alguien y él le acaba haciendo una relación de sus enfermedades, manías y fobias, está delicadamente resuelta por Vega y Ribó, espléndidos también cuando escudriñan sus intenciones respectivas nada más conocerse.

UNA RELACIÓN PORNOGRÁFICA

Autor: Philippe Blasband. Adaptación: José Ramón Fernández. Intérpretes: Juan Ribó y Pastora Vega. Dirección: Manuel González Gil. Teatro Lara. Hasta el 14 de noviembre.

Más información

En este montaje de Manuel González Gil, los diálogos de la pareja están bien resueltos, y también el interrogatorio al que los somete una anodina voz en off anónima que, por su tono y su acento, pudiera ser la de un psicoterapeuta. En las púdicas escenas de cama, pocas afortunadamente, el erotismo hasta entonces implícito se disipa y el espectáculo se vuelve sentimental.

Con tanto oscuro para que los actores cambien de sitio sin que se les vea desnudos y tanta sábana trabándoles, se produce un bache durante el cual es más evidente lo poco atractivo del cuerpo central de la escenografía: un ventanal abierto sobre la ciudad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Entre Ribó y Vega hay química y verdad. Ella tiene encanto y consigue emocionarnos cuando le confiesa su amor, pero no es un acierto que interprete también el papel de la vieja suicida: mejor sería dárselo a una actriz veterana o eliminarlo. Una historia pornográfica no acaba de dar lo que promete, y no me refiero a su título equívoco. Tras el último encuentro de los protagonistas, seguimos sin saber prácticamente nada de ellos, su historia de amor se vuelve melodrama y nos quedamos pensando que el desencuentro final de dos que se quieren se cuenta mejor y con más recorrido en Ionich, fantástico relato de Chéjov.

Sobre la firma

Archivado En