Crítica:LIBROS / Narrativa

Arqueología del divorcio

A principios de esta década Galaxia Gutenberg publicó, con un año de diferencia, Vida amorosa y Marido y mujer, las novelas anteriores de la israelí Tsruyá Shalev (1959) que componen la trilogía que ahora cierra Las ruinas del amor. El asunto literario insistente de esta escritora, bien explícito en sus títulos, es el amor, como se decía antes, o la relación de pareja, como decimos hoy, asunto que Tsruyá Shalev explora obsesivamente a través de las alianzas y tácticas que hombres y mujeres practican para seguir unidos (¿por cuánto tiempo?) antes de toparse con la soledad. ...

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A principios de esta década Galaxia Gutenberg publicó, con un año de diferencia, Vida amorosa y Marido y mujer, las novelas anteriores de la israelí Tsruyá Shalev (1959) que componen la trilogía que ahora cierra Las ruinas del amor. El asunto literario insistente de esta escritora, bien explícito en sus títulos, es el amor, como se decía antes, o la relación de pareja, como decimos hoy, asunto que Tsruyá Shalev explora obsesivamente a través de las alianzas y tácticas que hombres y mujeres practican para seguir unidos (¿por cuánto tiempo?) antes de toparse con la soledad. A la vista de estos volúmenes, no parece que el amor sea un buen invento, sino una experiencia que fatalmente lleva al desastre. Y también el matrimonio resulta, en la visión de Tsruyá Shalev, una travesía de desolación, con momentos de equívocas alucinaciones, a modo de pausas de armonía, que no logran tampoco reordenar el caos emocional, de manera que sus protagonistas parecen vivir irremediablemente bajo una espesa niebla que los ciega sin despejarse nunca. En Vida amorosa la pasión de Yaara, una joven casada, por un sexagenario amigo de su padre, cínico y autoritario, se convenía como un juego de dominación; ahí la elección amorosa se transformaba en una patología del error que acepta la sumisión con el fin de "darle una oportunidad a la vida". En Marido y mujer se mostraba el colapso de un matrimonio que, ante el miedo al fin del amor, no hallaba otra forma de expresión que la automutilación inconsciente. En efecto, el marido de Naama despierta una mañana con parálisis en las piernas; la novela es el proceso de aceptación, de ella y de él, de que la misteriosa enfermedad lo que está revelando es la exigencia de comenzar otra vida fuera del matrimonio (ambos se conocían desde la adolescencia) que ninguno se atreve a confesarse y aún menos a llevar a cabo.

Las ruinas del amor

Tsruyá Shalev

Traducción de Ana María Bejarano

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

Barcelona, 2010

600 páginas. 24 euros

Tsruyá Shalev explora el estado psicológico de divorciada con un hijo, que semeja unas "ruinas" que siempre se están excavando

Las ruinas del amor viene a ser el corolario de las dos novelas precedentes. También está contada desde la perspectiva de la mujer. Pero si en las anteriores se inducía a la fatalidad apoyándose en un elemento de perturbación -el masoquismo, la afección psicosomática-, aquí desaparece cualquier sostén dramático y la ruptura -la decisión de divorciarse que pone en marcha la novela- se produce sin saber bien qué la ha originado, aunque la narradora reconozca que el amor compartido es cosa del pasado. No obstante, lo que aquí se explora, con un procedimiento casi arqueológico -ella es arqueóloga, como su marido- es el estado psicológico de divorciada con un hijo, y de qué modo ese estado semeja unas "ruinas" que siempre se están excavando e impiden que sobre ellas pueda construirse otra relación, pues los diferentes estratos, al irse descubriendo, confunden "verdades con deseos, pruebas con conjeturas", lo que llevará a la protagonista, Ela Müller, a una detallada percepción que alcanza por momentos una densidad se diría neurótica. Muy sagazmente, y con no poca ironía, la autora ha dispuesto ese paralelismo simbólico de la excavación, y lo confronta con la psiquiatría -otra forma de excavación igualmente prometedora e ineficaz para los casos de índole social-, en la nueva relación que establece Ela con un psiquiatra, también divorciado y con hijos, relación condenada a la susceptibilidad, los equívocos, la competencia filial, las servidumbres domésticas y el rencor que propicia que dos medias familias no integren una unidad estable.

La prosa de Tsruyá Shalev, menos mórbida en este volumen al enfocar una experiencia más reiterada, expone una detallada panorámica de situaciones, tanto cotidianas -recoger a los niños del colegio, por ejemplo- como de confrontación de la personalidad de los nuevos amantes, ambos debilitados por el fracaso anterior. La suma de escenas aparentemente banales, presididas por un puntilloso complejo de culpa, articulan una suerte de agobiante introspección, como si cada gesto, circunstancia o actitud debieran venir cargados de sentido, lo que lleva a un ensimismamiento que sigue las pautas de una depresión que no deja sitio a otra cosa. Tsruyá Shalev es aquí menos lírica, menos elegíaca. La separación, se dice en algún momento, "es tan grave como un duelo pero sin legitimación", frase que bien podría resumir la atmósfera luctuosa que impregna la novela.

La israelí Tsruyá Shalev cierra con Las ruinas del amor la trilogía que también forman Vida amorosa y Marido y mujer.

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