Cartas al director

La vanidad de Aznar

Muy joven se me quedó grabada una frase: "El gran enemigo del varón no es ni el sexo ni la codicia, sino la vanidad". De eso saben los vendedores y aquellos que pretenden conseguir algo de nosotros. Contra ella solo cabe la autocrítica y contar con una cabeza bien amueblada. Sin embargo, cuando se tienen ideas escasas pero firmes y el viento a tu favor te trae éxitos, lo fácil es que se convierta en soberbia y, si estos son grandes, se puede transmutar en sentirte un ser superior.

Algo de esto le ocurrió a Aznar tras su primera legislatura. Rodeado de su corte de aduladore...

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Muy joven se me quedó grabada una frase: "El gran enemigo del varón no es ni el sexo ni la codicia, sino la vanidad". De eso saben los vendedores y aquellos que pretenden conseguir algo de nosotros. Contra ella solo cabe la autocrítica y contar con una cabeza bien amueblada. Sin embargo, cuando se tienen ideas escasas pero firmes y el viento a tu favor te trae éxitos, lo fácil es que se convierta en soberbia y, si estos son grandes, se puede transmutar en sentirte un ser superior.

Algo de esto le ocurrió a Aznar tras su primera legislatura. Rodeado de su corte de aduladores se creyó un elegido, tomó opciones absurdas y negó la evidencia. Pero si difícil es llegar -solo lo logra una minoría-, más aún lo es el retirarse, pasar a un segundo plano. Y en eso su comportamiento ha sido bochornoso.

No considero patriotismo el denigrar al Gobierno electo de España en foros extranjeros y, menos aún, visitar Melilla en momentos de tensión sin contar con él. Eso lo sabe hasta un niño. Siempre y cuando no esté cegado por la soberbia.

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