Cartas al director

Ceuta y Melilla: hechos históricos

La opinión pública española considera que la "españolidad" de Ceuta y Melilla es debida a su conquista antes de la constitución del Estado marroquí, confundiendo así la llegada de los alauís al trono con la propia creación del Estado. La historia de Marruecos no se reduce a la dinastía alauí, que es la última en una serie de dinastías que gobernaron Marruecos desde los idrisíes en el siglo VIII. De hecho, el Estado marroquí no solo existe como entidad política antes de la conquista de ambas ciudades, sino que alcanzó una gran potencia en el siglo XII, absorbiendo incluso parte de la Península ...

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La opinión pública española considera que la "españolidad" de Ceuta y Melilla es debida a su conquista antes de la constitución del Estado marroquí, confundiendo así la llegada de los alauís al trono con la propia creación del Estado. La historia de Marruecos no se reduce a la dinastía alauí, que es la última en una serie de dinastías que gobernaron Marruecos desde los idrisíes en el siglo VIII. De hecho, el Estado marroquí no solo existe como entidad política antes de la conquista de ambas ciudades, sino que alcanzó una gran potencia en el siglo XII, absorbiendo incluso parte de la Península Ibérica, que constituía una de sus provincias bajo las dinastías Almorávide y Almohade.

Cabe destacar que la ciudad de Ceuta en particular desempeñó un papel importante en su historia. En el siglo XII rivalizaba con Fez, y contaba con numerosas medersas, mezquitas y zauias, monumentos destruidos por la Inquisición portuguesa. Grandes figuras de la historia y cultura marroquí son naturales de esta ciudad, como los sabios Abu al Abbas Sebti y Al Cadi Ayad, y el famoso geógrafo Charif al Idrissi, descrito como el autor de la enciclopedia más notable de la Edad Media. Es por medio de la violencia militar que fueron ocupadas en el siglo XV: Ceuta (en 1415 por los portugueses y en 1640 por España) y Melilla en 1497.

Hoy, la imagen de España queda deslucida por la anacrónica existencia de estas colonias y por la obstinación de Madrid en defender el caso parecido de Gibraltar, negando el derecho de Marruecos a recuperar sus dos ciudades. Parafraseando al filósofo francés Pascal, esto provoca la creencia en la existencia de dos verdades: la de este lado del Estrecho es mentira en el otro lado. ¿Pero hasta cuándo en un Estado que se define como democrático?

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