Reportaje:ATLETISMO | Campeonatos de Europa en Barcelona

Nacido para comerse el mundo

"Competir es darlo todo de uno mismo", dice Eusebio Cáceres, que no descarta nada en la final de longitud

A Randy Williams, saltar 8,34 metros a los 19 años le sirvió, en 1972, para clasificarse para la final de los Juegos de Múnich, donde ganó el oro con 10 centímetros menos, 8,24 metros. Desde entonces, ningún júnior ha saltado más que él. Su historia la conoce perfectamente Eusebio Cáceres, que tiene 18 años y que hace cuatro meses ya empezó a hablar con los técnicos de la federación de eso, del récord del mundo júnior. El viernes, en las pruebas de calificación de los Europeos, saltó 8,27 metros, récord de Europa júnior que le valió, consiguientemente, para poder disputar hoy la final.

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A Randy Williams, saltar 8,34 metros a los 19 años le sirvió, en 1972, para clasificarse para la final de los Juegos de Múnich, donde ganó el oro con 10 centímetros menos, 8,24 metros. Desde entonces, ningún júnior ha saltado más que él. Su historia la conoce perfectamente Eusebio Cáceres, que tiene 18 años y que hace cuatro meses ya empezó a hablar con los técnicos de la federación de eso, del récord del mundo júnior. El viernes, en las pruebas de calificación de los Europeos, saltó 8,27 metros, récord de Europa júnior que le valió, consiguientemente, para poder disputar hoy la final.

"Y qué ganas tengo de saltar en la final", dice Cáceres. "Tengo ganas de ir a por todo, de saltar todo lo que pueda, de darlo todo de mí mismo. Eso es competir".

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Eso, ese carácter absolutista, lo llama Juan Carlos Álvarez, director técnico de la federación, "mentalidad de júnior". Como él la han tenido, con mayor o menor éxito, Kevin López, de 20 años recién cumplidos y sexto en la final de los 800 metros ayer, o David Bustos, de 19, quien tras ser eliminado en la semifinal de 800 dijo: "Hay quien dice que de los batacazos se aprende, pero yo prefiero aprender de los éxitos".

"A esta edad los atletas deben ser así, matadores de dragones y gigantes, jóvenes con el atrevimiento de la ignorancia", dice Álvarez, "gente que controla las claves de la motivación interna para comerse el mundo, gente que son, a esta edad, 100% testosterona".

El día de los 8,27 metros, a Cáceres le llevó en volandas la presión, el viento (1,7 metros por segundo), el aliento del público. Fue un despertar espléndido para un chico que tres días antes había tardado 30 horas en llegar desde Canadá, donde se proclamó subcampeón del mundo júnior, y que, consecuencias de las incomodidades del avión y los autocares, sufría tortícolis y se dormía casi por los pasillos del hotel. "Pero los jóvenes también tienen la capacidad de activarse enseguida", dice Álvarez, quien también entrenó a Yago Lamela, que saltó dos veces 8,56. "Aparte de por su cabeza, Cáceres destaca por su batida impresionante. Lamela era también muy explosivo, pero más de fuerza, más de cuádriceps, y Cáceres es más de tobillos. Sale de la tabla como los mejores". Como con todos los atletas de esa edad, el miedo a las lesiones es el principal temor. "Por eso hace una carrera más corta, de 16 pasos solamente", dice Álvarez, "pero lo compensa con un gran ritmo de entrada".

Randy Williams no volvió a saltar más de 8,34m, pero eso, ¿cómo le puede asustar a un chico de 18 años que ha llegado a Montjuïc para comerse el mundo?

Eusebio Cáceres, durante la clasificación de salto de longitud del pasado viernes.AP

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