Cartas al director

Arizona inhóspita

Después de varias décadas aprovechándose de su situación fronteriza y de la mano de obra barata que suponen los inmigrantes irregulares, Arizona se pone a la defensiva y, asumiendo el papel de nueva metrópoli, ordena (Ley SB1070) que en las fronteras con México, en los límites del mundo desarrollado con el subdesarrollo, justo en ese lugar donde nadie quiere estar, se garantice la seguridad manu militari. Obama reclama para sí las competencias soberanas sobre la política inmigratoria estadounidense y recurre la norma para que nadie menosprecie al Gobierno federal; la violación sistemáti...

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Después de varias décadas aprovechándose de su situación fronteriza y de la mano de obra barata que suponen los inmigrantes irregulares, Arizona se pone a la defensiva y, asumiendo el papel de nueva metrópoli, ordena (Ley SB1070) que en las fronteras con México, en los límites del mundo desarrollado con el subdesarrollo, justo en ese lugar donde nadie quiere estar, se garantice la seguridad manu militari. Obama reclama para sí las competencias soberanas sobre la política inmigratoria estadounidense y recurre la norma para que nadie menosprecie al Gobierno federal; la violación sistemática de los derechos humanos, antes y ahora por la nueva ley, no es cuestionada por ninguna de las partes en conflicto de competencias.

Tal forma de ver las cosas olvida que la inmigración es un hecho social muy complejo, protagonizado por seres humanos, con capacidades, motivaciones e intereses, idénticos en ambos lados de la frontera. Los inmigrantes provocados por la globalización, los que se dejan la vida en el camino, han percibido las diferencias económicas que separan ambas orillas. Para ellos, la duda no es tanto estar "arriba" o estar "abajo", ser "más" o ser "menos", algo que remite a las relaciones económicas y sociales internas, sino estar "dentro" o estar "fuera", formar dentro del sistema parte de la estructura de producción y consumo, o esperar fuera a que este le incorpore a uno en forma de curiosidad cultural o turística.

Consolidado el desequilibrio económico, planteado tal estado de necesidad, resulta muy difícil regular el ritmo de llegada, nadie podrá establecer un sistema de vigilancia que no sea burlado.

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El desarrollo económico y de la democracia representativa en los países de origen es la única respuesta válida para estas personas, pero eso supone una redistribución de la riqueza regional que muy pocos, en la próspera y civilizada América del Norte, están dispuestos a aceptar.

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