LA ZANCADILLA | SUDÁFRICA 2010 | España

Segunda parte

El soldado israelí Galad Shalit cumple estos días cuatro años de secuestro en manos del grupo Hamas. Su caso, todo sea dicho, no despierta las mismas pasiones que otros similares. Hemos sabido por una escueta prueba de vida que está bien de salud, pero un poco disgustado por el papel de la selección francesa en el Mundial. Él tiene la doble nacionalidad francoisraelí y en cuestiones futbolísticas se inclina por los bleus. Los futbolistas a menudo ignoran, desde sus exclusivas torres de marfil y fama, que un montón de gente diversa obtiene placer y cierta satisfacción con el triunfo de s...

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El soldado israelí Galad Shalit cumple estos días cuatro años de secuestro en manos del grupo Hamas. Su caso, todo sea dicho, no despierta las mismas pasiones que otros similares. Hemos sabido por una escueta prueba de vida que está bien de salud, pero un poco disgustado por el papel de la selección francesa en el Mundial. Él tiene la doble nacionalidad francoisraelí y en cuestiones futbolísticas se inclina por los bleus. Los futbolistas a menudo ignoran, desde sus exclusivas torres de marfil y fama, que un montón de gente diversa obtiene placer y cierta satisfacción con el triunfo de su equipo. Sin duda es la razón principal por la que ganar un partido, reconocido el deporte de masas como un espectáculo de entretenimiento, es provocar la alegría general en sus seguidores.

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A mitad de torneo, cuando el Mundial comienza su segunda fase y los partidos son pequeñas muertes inconsolables, saber que los dos finalistas del pasado campeonato están fuera produce sensaciones encontradas. Todo el mundo sabe que la motivación, el sacrificio, la entrega, son muchas veces proporcionales al grado de frustración de un jugador. El premio casi siempre entontece. Todos los entrenadores que han sufrido a jugadores franceses o italianos que llegaban con la etiqueta de campeones mundiales se han enfrentado a la misma desidia, a una cierta superioridad, a un insoportable escamoteo de la entrega.

En cierto modo, lo sucedido tenía algo de catástrofe anunciada, por más que siempre uno se agarre al pedigrí y a la experiencia para resolver las situaciones complicadas. Pero esto no puede durar siempre. Italia quiso frotar la lámpara mágica durante 10 minutos desesperados en el final de su último partido y no siempre el genio está disponible para tus caprichos urgentes.

Una competición tan acelerada como el Mundial casi siempre cambia de cara en su segunda fase. Todo lo jugado, lo mostrado, lo apuntado, importa poco frente a la gran dramatización de cada cruce. Los dos equipos en liza comprenden sus posibilidades agónicas y los tres partidos de la fase previa sirven tanto a los equipos como a un cantante componiendo nuevas canciones le sirven sus antiguos grandes éxitos.

Hay equipos que han mostrado su potencial con claridad, pero frente a un rival que admitía la superioridad, sin urgencia de poner toda la carne en el guiso. Ahora llega la fiesta. Cada día una tabla para partir en dos de un golpe. Para algunos el verdadero Mundial. Para italianos y franceses una tortura televisada. La tremenda sensación de que el pasado se adueñó de tu aura y se hace con ella anillos para lucir, pero que no brillan tanto como el último, el que está por ganarse. El currículum está por hacerse, de nada valen los diplomas en la pared. A la velocidad que va todo, subir y bajar son casi la misma trayectoria. En estos partidos se hacen los jugadores que marcan distancia y se robustecen los equipos con adn ganador. Al día después, comienza la gestión del éxito. Pocos la sobreviven saludablemente.

Italia celebra la victoria en la final del Mundial de Alemania contra Francia, en 2006.- Cuatro años más tarde, ambas selecciones no han pasado de la fase de gruposREUTERS

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