Análisis:EL ACENTO

Pavlov contra Lakoff

Si alguien se preguntase en qué estaría pensando Zapatero cuando dijo que su Gobierno ha sido el que menos ha contribuido a la credibilidad en los últimos 30 años, la respuesta tal vez se encuentre en la visita a España del gurú George Lakoff. Al menos como hipótesis no habría que descartar que, sabedor de esta visita, Zapatero tuviera en mente un elefante cuando debía concentrarse en las palabras dirigidas a Rosa Díez. Estos serían los efectos secundarios de la doctrina del profesor Lakoff, convertido en estratega de cabecera del presidente en aquellos remotos tiempos en que España vivía sin ...

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Si alguien se preguntase en qué estaría pensando Zapatero cuando dijo que su Gobierno ha sido el que menos ha contribuido a la credibilidad en los últimos 30 años, la respuesta tal vez se encuentre en la visita a España del gurú George Lakoff. Al menos como hipótesis no habría que descartar que, sabedor de esta visita, Zapatero tuviera en mente un elefante cuando debía concentrarse en las palabras dirigidas a Rosa Díez. Estos serían los efectos secundarios de la doctrina del profesor Lakoff, convertido en estratega de cabecera del presidente en aquellos remotos tiempos en que España vivía sin angustias económicas. A fuerza de buscar con insistencia marcos conceptuales adecuados para los discursos de entonces, de manera que la palabra crisis no asomara a sus labios, Zapatero terminó por sucumbir a un síndrome que nada tiene que ver con Lakoff y todo con el padre del reflejo condicionado, Pavlov. De este modo, cada vez que alguien le habla ahora de crisis, el presidente no puede evitarlo y, dándole la razón a Pavlov, piensa en el elefante de Lakoff. Y el resultado, como se ha podido comprobar, es que se le va el santo al cielo y dice cosas que no solo carecen de marco, sino también, y sobre todo, de oportunidad.

La terapia para hacer frente a este síntoma no debe de ser sencilla, entre otras razones porque nadie dispone de evidencias experimentales. Por Lakoff se sabe que es imposible dejar de pensar en un elefante cuando a alguien se le conmina a no hacerlo. Por Pavlov, en cambio, se tiene constancia de que se puede ver un elefante cada vez que se escucha la palabra crisis. Quizá la única manera de romper el círculo vicioso sea sustituir la orden de no pensar en un elefante, imposible de cumplir, por una pregunta que coja por sorpresa a la víctima del síndrome. Por ejemplo, ¿qué es lo que está haciendo el elefante?

Claro que se corren algunos riesgos, sobre todo si la cobaya para estos experimentos son responsables políticos que tienen la economía en sus manos. Porque imagínese que respondiera: "En este momento está entrando en una cacharrería". Tal vez la psicología habría dado un paso de gigante, pero es impredecible cómo reaccionarían los mercados.

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