Análisis:EL ACENTO

El poder de las imágenes

En la tranquila, y para muchos mortalmente aburrida, ciudad de Viena se ha armado una buena gresca. Y todo a cuenta de una exposición que lleva el conmovedor título de Flores para Kim Il-sung y que reúne un centenar de obras artísticas y una treintena de carteles y diseños realizados en la República Democrática Popular de Corea. Antes de la inauguración, tanto los periódicos como distintos partidos políticos -entre ellos, el Partido Liberal Austriaco, una mezcla de populismo y extrema derecha- criticaron al Museo de Artes Aplicadas (MAK) por programar una muestra que se ocupa de exaltar...

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En la tranquila, y para muchos mortalmente aburrida, ciudad de Viena se ha armado una buena gresca. Y todo a cuenta de una exposición que lleva el conmovedor título de Flores para Kim Il-sung y que reúne un centenar de obras artísticas y una treintena de carteles y diseños realizados en la República Democrática Popular de Corea. Antes de la inauguración, tanto los periódicos como distintos partidos políticos -entre ellos, el Partido Liberal Austriaco, una mezcla de populismo y extrema derecha- criticaron al Museo de Artes Aplicadas (MAK) por programar una muestra que se ocupa de exaltar a una de las dictaduras más férreas y herméticas del planeta.

En la Autobiografía sin vida que acaba de publicar Félix de Azúa, se ocupa de una serie de imágenes que han marcado su manera de ver el mundo, y la de los de su generación. Por ejemplo, el crucifijo. Dice que quienes estudiaron en España entre 1940 y 1980 "tuvieron como primer contacto 'artístico' las figuraciones del crucificado", y explica que en torno a aquellas cruces, que estaban en todas partes, existía "un universo flotante de amenazas inexplicables". Era la forma de la que se servía la dictadura franquista para exhibir su poder y crear, de paso, vasallos asustados.

La estética que glorifica a Kim Il-sung, el fundador de la patria norcoreana, y la puesta en escena de su figura y la de su hijo Kim Jong-il van por unos derroteros más kitsch. Pero los austriacos aun así se han enfadado, quién sabe si por acordarse de la facilidad con que en otros tiempos quedaron seducidos por la apabullante imaginería de su compatriota Adolf Hitler. Y han protestado tanto que el Ministerio de Finanzas de Austria se ha negado a poner los 6.000 euros que costaba el seguro de las obras.

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También en la Casa Asia de Barcelona hay una exposición de carteles y producción gráfica de la dictadura comunista de Corea del Norte, pero nadie ha dicho nada. Y en París, el poder de las imágenes que han tenido en consideración es el económico. Y han robado del Museo de Arte Moderno de la Villa de París obras de Picasso, Matisse, Braque, Modigliani y Léger que pueden costar unos 100 millones de euros. El único problema que tendrán los ladrones no es baladí: venderlos es ahora un desafío más que complicado.

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