20 familias coruñesas serán desalojadas a la fuerza del poblado de Penamoa

El Ayuntamiento dice que algunos vecinos se niegan a irse para vender droga

"Con la chatarra no podemos meternos en un piso. Nos vamos un mes, dos meses, y luego fuera. ¿Andamos de ruta o qué? ¿A dónde nos vamos?". Pedro, coruñés de 30 años de los cuales lleva 28 residiendo en el infrahumano barrio chabolista de Penamoa, andaba ayer indignado ante la visita de la concejal de Servizos Sociais, Silvia Longueira, para explicar a los periodistas el próximo desenlace del que era hasta hace nada el mayor poblado de Galicia y gran supermercado de la droga, un vergonzoso barrio con aspecto de inmenso vertedero situado a apenas dos kilómetros del centro de la ciudad. Es la rec...

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"Con la chatarra no podemos meternos en un piso. Nos vamos un mes, dos meses, y luego fuera. ¿Andamos de ruta o qué? ¿A dónde nos vamos?". Pedro, coruñés de 30 años de los cuales lleva 28 residiendo en el infrahumano barrio chabolista de Penamoa, andaba ayer indignado ante la visita de la concejal de Servizos Sociais, Silvia Longueira, para explicar a los periodistas el próximo desenlace del que era hasta hace nada el mayor poblado de Galicia y gran supermercado de la droga, un vergonzoso barrio con aspecto de inmenso vertedero situado a apenas dos kilómetros del centro de la ciudad. Es la recta final de un lento proceso para eliminar la cloaca de A Coruña creada por las autoridades municipales hace un cuarto de siglo y en la que malvivían, entre la inmundicia y la más aterradora exclusión social, medio millar de personas.

El 60% del territorio de Penamoa, cuya eliminación empezó en 2008 por la construcción de una circunvalación (la Tercera Ronda) que parte por la mitad el poblado, ya está libre de destartaladas chabolas y endebles galpones. Ayer se derribaron ante las cámaras media docena más. De las 99 familias censadas en 2008, más de la mitad (unas 170 personas) ya reside en "viviendas normalizadas", es decir, en pisos de alquiler o comprados que están dispersos por toda la ciudad. Otras 15 familias que superaron los programas de inserción social están pendientes de ser realojadas en breve.

Pero quedan una veintena, casi un centenar de personas entre ellas el joven Pedro, que han rechazado adherirse al plan especial de integración de Penamoa. Y ya han empezado a recibir notificaciones oficiales para que abandonen de inmediato el poblado. Tienen de plazo lo que marca la ley para cualquier orden de desalojo y pueden aún hacer alegaciones. Pero de negarse a marcharse, serán expulsados a la fuerza. Intervendrá la policía, bajo el amparo de una orden judicial, si hace falta. "No hay nada más que hablar por parte del Ayuntamiento con esas familias, ellas sabrán. Quien no está en este proceso es porque no quiso estar", advirtió ayer Longueira.

La adhesión al plan municipal de integración, que exigía superar unos requisitos antes de cambiarse de una chabola para un piso, era voluntario -finalizó el plazo para aceptarlo el 31 de diciembre- y se sucedieron las entrevistas con trabajadores y educadores sociales para intentar romper la resistencia de los chabolistas, la inmensa mayoría de etnia gitana y con una gran desconfianza tras décadas de promesas oficiales incumplidas.

La edil comentó que el negocio de la chatarra no es un problema para buscar "una reubicación". Una quincena de chabolistas que se dedican a esa actividad ya encontraron donde seguir con su trabajo y a la vez "vivir en una vivienda digna". Para Silvia Longueira, es otro el motivo que está detrás de la negativa de esas familias a dejar Penamoa. "Todos sabemos por qué a algunos nos les interesa irse", comentó en referencia a la venta de estupefacientes que hizo famoso al poblado. Una lacra "difícil de probar", matizó, pero que existe: "Todos sabemos que si acude gente diariamente hasta allí es por algo".

Su eliminación es "un tema de muy difícil digestión para todos los ciudadanos", aseguró la concejal al definir el infame poblado como "el coste del progreso, el patio de atrás que tienen todas las ciudades al crecer". Hay una "generación de cientos de niños" que se crió en medio de esa inmundicia "y había que romper ese ciclo, ofreciéndoles una vida más digna". Y no sólo hubo que vencer la resistencia de los chabolistas, también de los coruñeses. "Por encima del derecho a una vivienda digna, está el derecho a tener una vida tranquila y a la convivencia, la justicia social tiene que ser para todos", aseguró ayer Longueira.

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Del medio centenar de familias de Penamoa "reubicadas", sólo hubo un problema con una comunidad de vecinos que se solucionó "en 48 horas con un traslado". Antes de finales de este año, se espera que el poblado, casi totalmente en terrenos municipales, sea cosa del pasado.

En viviendas dispersas

La erradicación de Penamoa se está consiguiendo a la inversa de cómo se creó el poblado, hace más de 26 años. La dispersión de chabolistas en viviendas de toda la ciudad, en vez de realojarlos en un mismo edificio o barrio como se hizo en otras ocasiones, es la clave para el éxito de este difícil proceso.

Fue a mediados de los ochenta cuando el ayuntamiento, para liberar los terrenos que albergaría el primer centro comercial de la ciudad, el Corte Inglés, se llevó en camiones a las familias gitanas que vivían en A Cubela para dejarlas a su suerte en Penamoa, un descampado de difícil acceso, sin servicios básicos de agua, luz, ni asfaltado. Las autoridades prometieron a esos coruñeses que era una solución temporal, dos años como mucho.

Durante décadas la marginalidad creció a la par que la basura, las ratas y el narcotráfico. Y ser de Penamoa castigó a sus habitantes con un estigma aún mayor que la de ser gitano. Todo un barrio periférico de nuevo cuño como es Novo Mesoiro se movilizó en masa durante semanas en 2008 cuando corrió el bulo de que albergaría a los chabolistas realojados del poblado.

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