Columna

TDT

A un amigo mío no le interesa la televisión, que sólo ve de ciento a viento. La verdad es que no la echa en falta, pero a veces no puede evitar encenderla. Es lo que hizo el otro día y se dio de narices con el apagón digital. Ni la 1 de TVE ni CNN+ ni Canal 9 ni la Sexta ni Antena 3 ni Tele 5, nada. No había manera de asomarse a la actualidad. Sólo pudo ver unos pocos canales cutrecillos, de información local, venta de cosas, consuelo psíquico y así. Como es un desastre para esto de la tecnología, no se le ocurrió mejor idea que llamar a un técnico para que le instalase el descodificador de TD...

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A un amigo mío no le interesa la televisión, que sólo ve de ciento a viento. La verdad es que no la echa en falta, pero a veces no puede evitar encenderla. Es lo que hizo el otro día y se dio de narices con el apagón digital. Ni la 1 de TVE ni CNN+ ni Canal 9 ni la Sexta ni Antena 3 ni Tele 5, nada. No había manera de asomarse a la actualidad. Sólo pudo ver unos pocos canales cutrecillos, de información local, venta de cosas, consuelo psíquico y así. Como es un desastre para esto de la tecnología, no se le ocurrió mejor idea que llamar a un técnico para que le instalase el descodificador de TDT en vez de colocarlo él mismo.

En analógico sólo ponen antiguallas -le dijo-, mire, ahí están los grises disolviendo a porrazos en blanco y negro una manifestación de estudiantes en los setenta. Traiga, traiga -le contestó el operario conectando el descodificador y enfocando el mando a distancia: lo ve, fíjese qué calidad de imagen, observe el realismo con el que la policía de Valencia le abre la cabeza a un manifestante en El Cabanyal de la alcaldesa. Tampoco se pueden comparar las ingenuas escenas de la voladura del diario Madrid con la rueda de prensa internacional convocada por el Supremo para justificar la defenestración de Garzón, ni el machismo retrógrado del programa Reina por un día con esos soberbios planos de Generación Nini en la cadena gubernamental. Pues sí, tiene usted razón. Y ya que me va a pegar una clavada -pensó mi amigo para sus adentros-, voy a asegurarme: muéstreme cómo funciona lo de la venta en digital porque esa señora con permanente que nos ofrece anillos horteras en analógico es realmente penosa. No hay comparación: aquí tiene usted -dijo cambiando varias veces de canal- trajes espléndidos, bolsos de Vuitton, viajes exóticos y hasta un reloj valorado en dos mil cuatrocientos euros a un precio ridículo, casi gratis total. ¿Y cómo puedo adquirirlos?: si estás en la pomada, basta con llamar al dependiente, un tal Pérez.

Se quedó pensativo, pero aún no acababa de decidirse. Pues anda -le dijo al técnico-, que esa especie de predicador pequeñajo de voz aflautada que habla de no sé qué conspiración mientras gesticula espasmódicamente, vaya un rollo que ponen en analógico. Y que lo diga -asintió éste enchufando una vez más la TDT: observe la gracia con la que ese señor de la barba nos recomienda resignación cristiana mientras los suyos se forran, o la maestría con la que ese otro de la ceja nos deja en el paro para nuestra seguridad-. Esta sí que es la prueba del algodón -reconoció mi amigo-. Adelante, póngame el descodificador de TDT y a hartarme de ver televisión cinco horas al día o más. Es caro, pero merece la pena: no se puede vivir sin estar conectado a la realidad.

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