Crítica:CIRCO

Elogio de la ingravidez

El Cirque du Soleil es la marca de nuevo circo que ha calado más hondo en el imaginario popular, pero hay otros que cardan la lana, ¡y de qué manera!, como el Cirque Èloize, cuyos espectáculos, luminosos y arcanos, transmiten energía, nostalgia y placer: Nomade gustó, Rain cautivó y este Nebbia, coproducido con Teatro Sunil, revalida la impresión que dejaron aquéllos. Daniele Finzi Pasca, su director, tiene una rara sensibilidad para crear atmósferas, hilvanar los números con puntada teatral e insuflar espíritu de compañía a artistas de extracción diversa.

Los 10 in...

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El Cirque du Soleil es la marca de nuevo circo que ha calado más hondo en el imaginario popular, pero hay otros que cardan la lana, ¡y de qué manera!, como el Cirque Èloize, cuyos espectáculos, luminosos y arcanos, transmiten energía, nostalgia y placer: Nomade gustó, Rain cautivó y este Nebbia, coproducido con Teatro Sunil, revalida la impresión que dejaron aquéllos. Daniele Finzi Pasca, su director, tiene una rara sensibilidad para crear atmósferas, hilvanar los números con puntada teatral e insuflar espíritu de compañía a artistas de extracción diversa.

Los 10 intérpretes de Nebbia parecen 30: todos participan en casi todos los números (que se suceden sin solución de continuidad, como una comedia) y tocan en vivo parte de la música compuesta por Maria Bonzanigo y Lucie Cauchon, alada y medularmente circense. ¡Qué buenos son y qué bien llevados están! Tienen el hálito colectivo y zíngaro de los circos familiares antañones, pero trabajan con conceptos de ahora y tecnología de mañana.

NEBBIA (NIEBLA)

Autor, director e iluminador: Daniele Finzi Pasca. Producción: Cirque Èloize y Teatro Sunil. Teatro Compac Gran Vía. Hasta el 2 de mayo.

Daniele Finzi Pasca entrevera lo nuevo y lo viejo con maestría: Nebbia (Niebla) deja gusto a mistela y a natillas con canela, que diría Serrat, pero respira frescura. Aquí no hay números contratados con talonario, metidos con calzador y envueltos en papel regalo, sino un fluir de la acción y un remansarse para volver a fluir enseguida. Antes que el riesgo, Èloize pone en valor la belleza.

En cada número, se cuelan retazos del anterior, cómico por lo general, que obliga al público a duplicar su atención. Son magia pura las acrobacias aéreas, enmarcadas con un diafragma cinematográfico que hurta a la vista trampolines y trapecios: cuanto más se abre, mayor trayectoria de vuelo. La bailarina gimnasta danza verticalmente sobre una larga cortina con la plasticidad de una campeona de gimnasia olímpica sobre suelo, la pareja acrobática roza la perfección con facilidad, el contorsionista búho gira su cabeza 180 grados y el concierto in crescendo de música clásica a la marimba acaba abruptamente, anegado por una lluvia apocalíptica de tapones de corcho.

Nebbia divierte, exhala un entusiasmo contagioso y una melancolía sana, sin melaza, salvo en algún fragmento brevísimo donde está algo sobrado de voluntad poética el texto del literalmente extraordinario Monsieur Loyal explotador del actor colombiano Gonzalo Muñoz Ferrer.

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